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El Sepla ataca de nuevo

¡Qué poco dura la alegría en la casa del pobre! La ¿paz? había vuelto a Iberia después del arbitraje que impuso el Gobierno para resolver el conflicto entre las compañías y el sindicato de pilotos Sepla. Pero el propio laudo ya contenía el germen de nuevos conflictos y estos empiezan a aparecer a las primeras de cambio.
De momento, Iberia quiere recortar su plantilla en un 11% y reducir en 3.000 el número de horas de vuelo de la compañía, con el fin de adaptarse a la caída del tráfico aéreo y al incremento de costes para las aerolíneas derivados de los atentados del 11 de septiembre. Y, claro, salió el Sepla discrepando.

Los pilotos, de entrada, empezaron por decir la semana pasada que ellos apoyan a la compañía pero no a la dirección, o sea, una declaración de guerra en toda regla que, desde luego, no se hubiera producido si el Gobierno hubiera dejado hacer a Javier de Irala y su equipo en lugar de entrometerse e imponer a Iberia y al Sepla el dichoso arbitraje. Pero ahora van a más y dicen que no entienden porque hay que efectuar esos despidos y que ese porcentaje no se corresponde con la prevista reducción en el número de horas de vuelo. ¿Qué pretenden entonces? ¿Qué todo siga igual y que la compañía se hunda, como le paso a Aerolíneas Argentinas, para tratar de hacerse con ella, como ha sido su deseo desde que hace unos años empezó a plantearse la posibilidad de su privatización?

Es verdad que Iberia, como otras muchas aerolíneas que han ostentado o mantienen monopolios públicos durante muchos años tiene un problema de eficiencia y de exceso de personal. También es cierto que puede estar aprovechando como excusa la crisis desatada a raíz de los atentados del 11 de septiembre para realizar un ajuste del que, con ataques o sin ellos, depende el futuro de la compañía a medio y largo plazo. Pero precisamente porque lo que está en juego es mucho más que superar las circunstancias actuales es por lo que hay que hacer esa adaptación a un entorno muy competitivo en el que ya no se puede contar con la ayuda de papá Estado.

Le guste o no a los pilotos, las cosas son así. Claro que ellos sólo piensan en sus intereses, no en los de los demás trabajadores de Iberia y, ni mucho menos, en los de sus accionistas. Intereses, por otra parte, del grupo laboral mejor pagado y más privilegiado de España. Y este es un problema que hay que resolver de una vez por todas. Da igual que el tráfico aéreo se recupere rápidamente, como dice el Sepla que va a suceder, o que tarde más en hacerlo. Lo que está en juego es el futuro de la compañía, con o sin atentados. Y, para garantizarlo, hay que tomar las medidas necesarias, por duras que sean salvo que alguien quiera hundir a Iberia para tratar de quedarse con ella.

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