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Ben Laden y el Goncourt

¡Estos franceses son increíbles! Con motivo de una serie de sucesos violentos y de atracos con disparos, cuyo triste balance ha sido varios policías heridos y dos muertos en pocos días, se ha levantado una tempestad de protestas, chubascos de críticas y polémicas, y ayer martes, los policías organizaron manifestaciones exigiendo más protección y menos peligro. Pero, amadísimos (es un decir) representantes de las fuerzas del orden ¿por qué van armados? No será para disparar contra los automovilistas que se saltan los semáforos, porque en ese caso todas las municiones que tienen serían insuficientes. Si van armados es precisamente para responder e incluso adelantarse a la violencia callejera, se trate de “gran bandidismo” (se dice aquí) o de terrorismo (de eso, aquí no se habla).

En el caso de los dos policías muertos, y un tercero herido, cuando quisieron intervenir durante un atraco, se trata a todas luces de imprudencia y despiste por parte de los policías, lamentablemente un error suyo. Casi toda la polémica se centra en torno al caso de Jean-Claude Bonnal, “el chinito”, conocido atracador, varias veces encarcelado, quien apenas había sido liberado bajo fianza, antes de ser nuevamente juzgado volvió a cometer sus fechorías. Magistrados y policías protestan ante el laxismo de la “ley Guigou”, porque permite liberar fácilmente a peligrosos delincuentes. Sin ser jurista, uno puede pensar que la “ley Guigou” (del nombre de la entonces ministra de Justicia, hoy de Trabajo), es mala, porque todo lo que hace este gobierno lo es; pero, aparte del hecho de que a Bonnal se le liberó antes de que esta ley fuera votada, uno de sus objetivos me parece justificarse plenamente: hace decenios que se critica el hecho de que las cárceles están abarrotadas de presos aún no juzgados, y que son miles los casos de detenidos durante dos, tres, cuatro y más años, sin juicio, a los que luego los tribunales declaran inocentes o les condenan a tres o seis años de cárcel, y eso sí que es un escándalo absoluto.

Volviendo a Bonnal, ya que se ha convertido en caso emblemático, fueron, como reza la ley, tres los jueces que decidieron su liberación bajo fianza. Ahora se justifican: aplicamos la ley. Si es cierto, que lo dudo, es evidente que la ley es mala, ya que confunde al ladrón de bicicletas (que puede ser tan patético como el de Vittorio de Sica) con el truhán asesino o el terrorista islámico. No olvidemos que el tema de la inseguridad se ha convertido en tema central de la campaña electoral, lo cual siempre exorbita las polémicas.

Estamos en la temporada de las manzanas y de los premios literarios, y leyendo en Le Figaro las discusiones del jurado del más comercial de ellos, el Goncourt, me entero, con solitaria indignación, de que han descartado dárselo este año a Michel Houellebecq por su novela “Plataforma”, ya que el narrador manifiesta, tras el asesinato de su amada por un comando islámico, una furia antiislámica, que, si se premiara el libro, parecería —dicen— una provocación. ¿Se dan cuenta? Objetivamente —como siguen diciendo varios miembros del jurado — como los ex dirigentes comunistas André Stil y Federico Sánchez, la viuda de Gastón Deferre, Edmonde Charles-Roux, y otros—, se lo han dado a Osama ben Laden, censurando —como éste exige tan civilizadamente— cualquier opinión antiislámica hasta en las más recónditas páginas de una novela. Rafael Conte, satisfecho, y el Nobel que, por una vez, ha decidido enfrentarse a la infamia, se engrandece ante estos enanos cobardes. Yo, si fuera Alain Robbe-Grillet (el favorito, por ahora), me negaría a recibir un premio con turbante y tanto miedo. Pero no lo hará.

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