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Pío Moa

Margarita Nelken

P. Preston es probablemente el autor más trolero (sus historias no suelen llegar al nivel del embuste) entre los que escriben de historia de España, pero no por eso deja de tener mérito, y mucho: le reverencian por igual la derecha y la izquierda, El país y el ABC, y eso nadie lo consigue hoy día, que yo sepa. Tampoco es culpa suya si el nivel intelectual en España está así. Además, a fuerza de trolas, termina por caer simpático. Acabo de hojear una pequeña hagiografía suya sobre Margarita Nelken, y debo reconocer que, a su manera, lo hace bien. Empieza por destacar los dicterios franquistas hacia la buena señora, lo cual ya coloca a ésta en un pedestal. Claro, también muchos izquierdistas la denostaron, pero esa pequeñez queda despachada aludiendo al "machismo" propio de un ambiente atrasado y "moralista", también infiltrado en la izquierda. Despejadas las críticas, por franquistas o por machistas, nuestro autor puede ya desplegar sus dotes hagiográficas, eso sí, laicas.

Pero Azaña tenía mala opinión de Nelken: "Es la indiscreción en persona. Ha salido con los votos socialistas, pero el Partido Socialista ha tardado en admitirla en su seno, y las Cortes también han tardado mucho en admitirla como diputado. Se necesita vanidad y ambición para pasar por todo lo que ha pasado la Nelken hasta conseguir sentarse en el Congreso", escribía en 1932. Eso es decir poco. Lanzada a la política, la diputada se distinguió por una exaltación solo comparable con su desprecio por la verdad y despreocupación por sus contradicciones. En la fracasada huelga revolucionaria campesina en el verano de 1934, animó al crimen político y al terrorismo. Participó sin gloria en la revolución de octubre, y emigró a la URSS, donde se hizo ferviente propagandista de Stalin. Después de reanudada la guerra, Azaña señalará su "abusiva campaña de proselitismo" comunista en el ejército. En una selección de comisarios, Prieto hizo observar la inutilidad de un sujeto yerno de Margarita, y Vayo dijo: "¡Quién resiste a esa mujer!"."La resisto yo". Y tachó el nombre.

Durante la guerra pasó del socialismo radicalizado al PCE. En El eco de los pasos, el anarquista García Oliver la señala reiteradamente como organizadora de ajustes de cuentas y "paseos", de "acción terrorista irresponsable". Después de echar a Largo Caballero y encomendar al peneuvista Irujo el ministerio de Justicia, los comunistas intentaron achacar a los ácratas la anterior oleada de asesinatos, para lavar su imagen ante la opinión internacional. García Oliver amenazó entonces con "implicar a todos los integrantes de las chekas, empezando por Margarita Nelken y sus jóvenes socialistas unificados", y darlos a conocer a la prensa extranjera. Advirtió al presidente del Tribunal Supremo que le denunciaría "como ejecutor de la indignidad jurídica más grande que se haya cometido: la de haberse constituido, usted como presidente, un tribunal en la cárcel Modelo de Madrid y haber juzgado a unos presos, haberlos oído y condenado a muerte, cuando llevaban ya más de 24 horas ejecutados por Margarita Nelken y su grupo de jóvenes". ¿Machismo?

Las andanzas de la Nelken por entonces no han sido bien investigadas. Desde luego, influyó grandemente en las juventudes socialistas, y luego comunistas. Las primeras ya se proponían en 1934 realizar "muchas ejecuciones", y hacerlo "con entusiasmo". En los meses más trágicos, verano-otoño de 1936, aquélla se mostró desde el diario Claridad, como una verdadera animadora del terror. El 13 de noviembre, por ejemplo, y bajo el título "La historia de las ratas, o lo que ya no interesa", atacaba a los predicadores de moderación, que habían intentado "refrenar lo irrefrenable". En otro artículo criticaba a quienes comprendían la necesidad de aplastar a los "reaccionarios"… excepto a los que ellos conocían personalmente, que siempre resultaban buenas personas inofensivas. ¡Cómo se iba a hacer la revolución, con tales blandenguerías! Existe, curiosamente, un texto muy similar de Göbbels amonestando a los alemanes conscientes del "peligro judío", salvo del judío concreto conocido de ellos, el cual no les parecía tan malo.

En fin, Preston debe conocer estas cosas, pero probablemente las toma por fallos menores. Quizá hasta las aplauda. Después de todo, se trataba de aplastar a una "oligarquía" tan fanática y extremadamente reaccionaria…

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