El presidente del Gobierno, José María Aznar, ha dicho que uno de los pilares básicos de la presidencia española de la UE, que se inicia el próximo 1 de enero, será el impulso a las liberalizaciones y las reformas estructurales en el seno de los Quince para evitar la “esclerosis” de Europa en estos momentos de desaceleración económica. Sus palabras son tan loables como necesarias. Son loables porque la mejor forma de aumentar el crecimiento económico, el empleo y el bienestar de las sociedades europeas es a través de unos mercados más libres y no tan intervenidos, regulados o monopolizados, como sucede con muchos sectores en el Viejo Continente. Son necesarias porque en momentos como los actuales de desaceleración económica las tentaciones proteccionistas e intervensionistas se acrecientan; nada le iría peor a Europa que desandar el camino andado de las reformas estructurales.
Lo triste de todo esto es que han tenido que desfilar por Madrid varios ministros británicos durante las últimas semanas para recordarle al Gobierno español su compromiso con las reformas, plasmado en las diversas declaraciones conjuntas de Blair y Aznar. Y es que ahora que España asume la presidencia de la UE, tiene la ocasión de pasar del dicho al hecho, es decir, de aplicar en la práctica lo que dice y pone por escrito. El momento, además, no puede ser otro porque pasará bastante tiempo hasta que la UE esté presidida por un país fuerte y comprometido con las reformas, como España. Por tanto, si nosotros no impulsamos ahora el proceso, puede que el carro se pare por bastante tiempo, y eso si no da marcha atrás. Los británicos lo saben y por eso han presionado como han presionado.
Lo triste, también, es lo poco que España predica con el ejemplo. La pasada legislatura fue magnifica en este sentido. No se hizo todo lo que se tenía que hacer porque lo prioritario era entrar en el euro y porque el PP tenía como socio parlamentario a un partido como CiU que no siempre apoyó los ímpetus liberalizadores de Rato y los suyos. Lo que pasó con la ley de comercio es un ejemplo sumamente ilustrativo. Pero ahora estamos en tiempos de mayoría absoluta... y de parálisis en el Ministerio de Economía, que apenas ha desarrollado el contenido del importante paquete de medidas económicas y reformas estructurales que aprobó el 23 de junio de 2000. No deja de ser curioso que quien muestra ese comportamiento pretenda que los demás socios europeos se lancen a reformar y liberalizar. Claro que, ¿quién se va a atrever a criticar a España cuando la mayor parte de los países europeos necesitan todavía más reformas, y más intensas, que nosotros?

Predicar con el ejemplo

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