Hace poco menos de un año que Edurne Uriarte dijo: “Nuestro ‘delito’ ha sido que después de veinte años de esfuerzos para contentar al nacionalismo vasco, no sólo no hemos conseguido nada, sino que el PNV da un giro soberanista con el pacto de Lizarra y ETA ha extendido y hecho más indiscriminados si cabe sus atentados. Nos hemos cansado de callar, de aparentar normalidad y de esa actitud de no molestar para pasar a defender la libertad y la democracia”.
El “delito” para con la causa de la libertad y la democracia, se entiende. Porque hoy, el peor “delito” en el País Vasco es mostrarse crítico con la política de depuración étnica e intelectual que el PNV practica en todos los estamentos e instituciones a donde alcanzan sus largos brazos, agigantados después de veinte años ininterrumpidos en el poder y “rejuvenecidos” en el peor sentido de la palabra después del pacto de Lizarra.
Ni qué decir tiene que el “Ribbentrop” de Arzalluz, Anasagasti, no ve ninguna irregularidad en un asunto que compete exclusivamente a la “autonomía universitaria”. Tampoco Llamazares, el hombre de Castro en España, ve nada extraño en la decisión de la Comisión de Reclamaciones anulando la concesión de la cátedra a Edurne Uriarte. Ni siquiera el rector de la Universidad del País Vasco, quien declara que “presentaría su dimisión no mañana, sino ahora mismo", en el caso de que "tuviese la mínima sospecha de que en uno de los órganos de la universidad actuase o tomase una decisión por miedo", un miedo que él mismo dice “estar venciendo”... pero que, por lo visto, aún no ha acabado de superar.
Por supuesto, nada tiene que ver que quien presentó el recurso ante la Comisión de Reclamaciones fuera Francisco Letamendia, ex miembro fundador de las SA batasunas un “patriota vasco independiente, marxista leninista” según su propia definición, entre cuyas “hazañas” se encuentran la apología del terrorismo y el escarnio al rey en la Casa de Juntas de Gernica, en febrero de 1981, y otras impugnaciones como la de hoy, cuando la Universidad del País Vasco corrían otros tiempos le denegó en 1987 una plaza de profesor asociado en la Facultad de Ciencias de la Información.
La nueva víctima de las leyes de Nuremberg tácitas que los nacionalistas han impuesto en el País Vasco por desgracia, no será la última escribía el martes en este diario que “la limpieza étnica funciona de nuevo porque no sólo cuenta con la acción de ETA y del nacionalismo, sino con la dejación de tantas y tantas gentes que han decidido vivir instaladas en la cobardía y en el mirar hacia otro lado para evitar las bombas y la persecución”. Es lo mismo que hicieron millones de alemanes cuando las SA de Röhm patrullaban las calles propinando palizas y dedicando insultos a todo aquel que se opusiera al ideal de una Alemania racialmente pura y libre de la influencia de las “decadentes” democracias occidentales.
Arzalluz, que rió complacido cuando uno de los “chicos de la gasolina” le ofreció aquella tarta escatológica en el aniversario de esa misma universidad que ha denegado la cátedra a Edurne Uriarte, aprobó sinceramente las demandas del portador de la inmundicia: una universidad “más vasca”, más nacionalista. Hoy se cumplen las demandas de aquel “patriota comprometido”.
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