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González y sus asuntos exteriores

De haber vivido en otra época, o en un país no democrático, Felipe González hubiera sido el prototipo de gobernante despótico y paternalista, con el mismo sentido patrimonial del poder que tenían los monarcas absolutos o los déspotas ilustrados. Para este tipo de gobernantes, una nación no es tanto un conjunto de ciudadanos libres con intereses comunes que elige a un gobierno para administrarlos y defenderlos, sino una especie de rebaño descarriado al que sólo sus dotes de organización y mando pueden llevar a la tierra de promisión.

Quizá sea por esto por lo que González jamás se ha resignado a abandonar el poder. Lo suyo no es cobrar el sueldo vitalicio de ex presidente mientras disfruta de la vida tranquila de conferenciante, escritor de memorias, asesor aúlico o vocal de consejo de administración de alguna gran empresa necesitada de glamour político. Desalojado “injustamente” del poder merced a un pacto contra natura entre la derecha y los comunistas (la famosa “pinza”) por un “advenedizo futura irrisión de Europa” —a quien no escatimó burlas públicas y privadas—, y descartado para presidir la Comisión Europea por no despejar satisfactoriamente la ‘X’ de los GAL, González deja cubrirse de polvo su escaño en el Congreso —es el diputado más absentista de la Cámara— para vagar por el mundo prodigando sus consejos de frustrado estadista de altos vuelos. Menos mal que los países un poco serios no le hacen demasiado caso.

Aunque tampoco excluye la plebeya y socorrida actividad de lobbista, por lo que tiene de lucrativa. Es sabido que González asesora al mejicano Carlos Slim —considerado el hombre más rico de Iberoamérica, es presidente de Telmex y dueño de un emporio económico que incluye a Televisa (segundo accionista)— y emplea sus influencias (numerosas en el subcontinente iberoamericano) para ayudar al magnate mejicano en la conquista del mercado hispanoamericano de las telecomunicaciones. A este tenor, González, Zapatero y Polanco coincidieron en México hace poco más de un mes... ¡Qué casualidad!

Es difícil saber lo que pretende González con sus extemporáneas y secretas visitas a nuestro vecino del sur, si coquetear con la alta traición ejerciendo de ministro plenipotenciario sin cartera para fastidiar todo lo posible al Gobierno aun a costa de los intereses de España, o bien fomentar los intereses de su clan apoyando la plena integración de el Sahara en Marruecos a cambio de futuras prebendas. De momento —no es ningún secreto— González ya tiene casa propia en Tánger, y no es preciso recordar que Zapatero también visitó Marruecos... Ya sólo queda Polanco.

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