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Martín Krause

La economía de trueque en Argentina

Argentina está retrocediendo aceleradamente en materia económica, hasta el punto que ya existen unos 4.500 clubes de trueque en todo el país. Además, esta cantidad se duplicó durante el año 2001; unos 2,5 millones de personas participan de esto y se hacen intercambios por unos 1.200 millones de pesos. Hasta diciembre pasado era la misma cantidad de dólares, pero ahora nadie sabe a ciencia cierta cuánto es el valor, aunque es menos de la mitad.

Los ejemplos son extraordinarios. Una señora pierde su trabajo en una tienda y le pagan como indemnización con 50 blusas, por lo que se asocia a uno de estos clubes y las cambia por tomates que una socia cultiva en el fondo de su casa, tortas que otra cocina y sábanas que le quedaron a un comerciante que tuvo que cerrar. Estos clubes organizan ‘ferias’ con horarios determinados, donde los socios llevan los productos que quieren intercambiar y los exponen en pequeñas mesas. Se puede conseguir desde medias hasta libros, zapatos, tomates, huevos y demás comestibles. Pero también servicios tales como análisis de laboratorio y revelado de fotos. Incluso en algunos hay dentistas, abogados y médicos que quieren intercambiar sus servicios por los productos que necesitan.

En el sur del país se obtienen artesanías y productos regionales como quesos de cabra, cerveza casera, truchas ahumadas, dulces de frambuesas, pero también comida y alojamiento en Esquel, El Bolsón, Bariloche o Junín de los Andes. Y algunos han podido comprar terrenos, alquilar departamentos, o irse de vacaciones. Se menciona como ejemplo que en la provincia de San Luis se vendió un campo de 500 hectáreas. Uno se pregunta: ¿cómo se va a comprar un campo de 500 hectáreas por medio del trueque? ¿Cuántas cosas se entregaron a cambio? Aquí es donde surge algo interesante para el análisis, ya que el fenómeno que se analiza no es tanto trueque como el surgimiento de una moneda privada.

Esto es así porque en los clubes (y en la venta del campo) los intercambios se realizan por medio de unos billetes que se denominan ‘créditos’, y más popularmente ‘arbolitos’ por el dibujo que traen en ellos de un ombú. Las cosas que se intercambian reciben un precio en ‘créditos’. Estos facilitan el intercambio y superan las limitaciones que impone el trueque en sentido estricto, ya que de no existir debería haber un precio, una relación de intercambio, por cada par de productos: ¿cómo se intercambian unas manzanas contra un dulce de frambuesa o cuánto vale un corte de pelo denominado en tomates?

Superar esos inconvenientes fue lo que históricamente impulsó el origen del dinero y el abandono del trueque. En este caso, el rápido crecimiento de estos clubes de ‘trueque’ se debe a las restricciones al acceso de su dinero en cuentas bancarias que sufren los argentinos. Ante la escasez de dinero, los ‘créditos’ comienzan a facilitar los intercambios. Se dice que habría ya unos 50 millones de tales billetes de trueque impresos y que los comenzará a imprimir la Casa de la Moneda, para mejorar su calidad y prevenir las falsificaciones.

Por último, existe un factor adicional que promueve el intercambio en los clubes de trueque por medio de los ‘créditos’: estos intercambios eluden el pago de impuestos. Cuando se compra algo en un comercio normal, hay que pagar 21% del Impuesto al Valor Agregado, pero cuando le cambio a otro señor una camisa por unas papas, el impuesto no lo pago y me sale más barato.

El surgimiento y auge de estos clubes de trueque son la respuesta de la sociedad civil a la profunda depresión económica y también a dos perversas políticas que el estado argentino ha implementado: la licuación de los depósitos de los ahorristas en los bancos que los ha dejado sin efectivo y la exagerada presión fiscal. Parece que más que estar volviendo a una estricta economía de trueque, los argentinos están creando una nueva moneda, que no venga con limitaciones forzosas y pesadas cargas fiscales.

Este artículo aparece también en la Revista de América de Libertad Digital

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Martín Krause es corresponsal de la agencia de prensa AIPE.

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