El ABC del martes 19 publicó en sus páginas de educación la noticia de que el Ministerio de Educación francés quiere recuperar la enseñanza de la religión en las escuelas estatales. Según este periódico, el libro que acaba de publicar Regis Debray, Dios, un itinerario, responde al encargo que el autor había recibido del ministro Jack Lang para estudiar la importancia de la religión en la enseñanza pública.
Sinceramente, no creo en las razones que dan los socialistas franceses para justificar su deseo de reimplantar, en los centros públicos, la enseñanza religiosa. Como además estoy de acuerdo con la idea mil veces expresada por Revel de que el triunfo de la ideología izquierdista en el mundo cultural y educativo de Occidente se debe, fundamentalmente, a la utilización del engaño y la mentira, tengo la sospecha de que tras las razones expuestas por el ministro de Educación francés se ocultan otras totalmente inconfensables.
Es muy raro que los franceses hayan exhibido con orgullo el carácter completamente laico de su escuela pública desde 1882 y que ahora, pasados 120 años, un conocido izquierdista y antiguo camarada del Ché, Régis Debray, se haya caído del caballo como Saulo y haya descubierto lo importante que es “lo religioso” para el hombre y para la historia de la humanidad.
Resulta un tanto extraño que durante más de cuatro generaciones a ningún francés le preocupara el hecho de que sus niños pudieran confundir “a San Sebastián con un cow-boy acribillado por flechas indias” o que no pudieran “comprender el Magnificat de Bach” y que, de pronto, un ministro de Educación, socialista de pura cepa, Jack Lang, se inquiete porque la ignorancia religiosa de los escolares pueda impedirles entender “los conflictos contemporáneos” y haya decidido “dar créditos para formar profesores capaces de explicar en las escuelas el hecho religioso (católico, judío, musulmán, budista) respetando todas las convicciones personales”.
El laicismo de la escuela pública francesa, aunque no consiguió evitar la presencia del velo islámico en las niñas musulmanas, sí había impedido hasta ahora que se plantearan otras cuestiones, que para nosotros están siendo conflictivas, como es el estudio del islam en la escuela pública y con el dinero público. La medida de Lang, si llegara a ser aprobada, facilitaría la incorporación de Francia a esta discusión, que tanto gusta a la progresía, de si el estado, por mor del respeto debido a la pluralidad religiosa, debe o no correr con el gasto del estudio del islam en los colegios. Sartori ha explicado en diversas ocasiones que el pluralismo está obligado a respetar una multiplicidad intelectual paro no a fabricarla. Este repentino interés de la educación francesa por recuperar lo religioso y perder su pedigrí de escuela laica ¿no esconderá la intención de los socialistas franceses de inyectar en su enseñanza pública una nueva dosis de multiculturalidad?
Todos los derechos reservados
!-->

