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Ibarretxe en Cuba

Primero visitó la isla Javier Madrazo, consejero comunista del Gobierno vasco, para tantear el terreno —por aquello de la afinidad ideológica— y engrasar voluntades con algunos millones procedentes del bolsillo del contribuyente. Regresó el heraldo de Ibarretxe proclamando a los cuatro vientos que Cuba era “el modelo referencial”, el espejo donde habían de mirarse los vascos. Ni Ibarretxe ni Arzalluz le desautorizaron en ningún momento, aun a pesar de que viajaba, no en su calidad de líder de un partido político, sino de miembro del Gobierno vasco.

Vista la buena disposición del criminal y déspota caribeño —sobre todo cuando va acompañada de jabón político y divisas fuertes—, Ibarretxe, acompañado de miembros de su Gobierno, del presidente de la patronal vasca Confebask, Román Knorr, y del presidente de la Cámara de Comercio de Álava, pretende poner en práctica lo que a todas luces será la primera misión de envergadura del “Ministerio de Asuntos Exteriores” vasco.

¿Qué tiene que ganar Ibarretxe con su visita a Cuba? Principalmente dos cosas. La primera, que algunos empresarios vascos afectos al PNV y con pocos escrúpulos podrán hacer pingües negocios aprovechando las ventajas de disponer de una mano de obra casi esclava y de propiedades que fueron robadas a sus legítimos dueños por Castro. Y la segunda, respaldo político. Aunque pueda parecer increíble, los nacionalistas vascos, ya bastante desprestigiados en Iberoamérica y en el resto del mundo a raíz del 11-S, están bastante necesitados de apoyo internacional a su “causa”. Al igual que Chávez, Ibarretxe inicia su periplo en busca de apoyo en los basureros políticos internacionales, para cuando crea llegado el momento de proclamar la independencia de Euskadi poder contar con alguien que “reconozca” a la “nueva nación”. Y está dispuesto a ofrecer a cambio el reconocimiento de su Gobierno y el dinero de los contribuyentes a una dictadura criminal que, a buen seguro, mantiene en prisión por motivos políticos a descendientes de vascos; aunque eso sí, no nacionalistas.

Tampoco hay que descartar la posibilidad de que Ibarretxe se entreviste con esos “patriotas vascos exiliados” en la isla por haber ejercido el “sagrado derecho” a pegar tiros en la nuca a todo aquel que se oponga al proyecto totalitario que comparten PNV, Batasuna y ETA. La verdad es que no podría elegirse mejor escenario para el diálogo incondicional que Ibarretxe desea restablecer (en el caso de que lo hubiera suspendido en algún momento desde Estella) con los etarras.

“Euskadi y Cuba son dos países que se quieren”, declaró ayer Ibarretxe en La Habana; lo que traducido a román paladino quiere decir que “Ibarretxe y Castro se necesitan”. Tienen razón quienes dicen que el PNV ha cambiado. Lo ha hecho, sin duda... para empeorar.

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