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Federico Jiménez Losantos

¡Cuánto criminal y qué poca vergüenza!

La reacción de los países iberoamericanos ante el derrocamiento de Chávez, con las excepciones de rigor, ha sido la misma que desde hace decenios mantienen con respecto a la dictadura cubana y a las propias instituciones liberales y democráticas del Hemisferio: una mezcla inextricable de hipocresía liberticida e indignidad institucional. Pero si desde México hasta Perú los mensajes oficiales y oficiosos muestran un absoluto desprecio por los venezolanos que se han jugado la vida –y la han perdido– en defensa de sus libertades, prueba de lo poco que las respetan en su casa, el Presidente “de facto” de Argentina, Eduardo Duhalde, ha batido todas las marcas de la miserabilidad y de la hamponería. Si alguien albergaba alguna duda de que la república rioplatense se halla en manos de indeseables, ahora habrá podido disiparla. Desde el México de Echevarría y la matanza de Tlatelolco no se exhibía en Iberoamérica una doble moral tan repugnante.

Que Fidel Castro, por boca de ese guacamayo triste llamado Pérez (o Tócame) Roque, pida que se le devuelva el poder a Chávez porque ha sido “elegido democráticamente” resulta siniestro y ridículo, sobre todo viniendo de un fantoche sanguinario que desde hace más de cuatro décadas se ha negado a pasar por las urnas y ha asesinado o encarcelado a todos los que han pretendido que la democracia rija en Cuba, pero se explica porque le duele el petróleo que Venezuela ya no le regalará. Que se jorobe. Ahora bien, que Eduardo Duhalde, que ha llegado al poder tras perder clamorosamente las elecciones con De la Rúa, luego de promover los violentos disturbios civiles que derrocaron a su rival y después de provocar la caída de otro presidente o dos, para –finalmente– llegar a la Casa Rosada por descarte partidista y para comprar la paz social, que este Presidente que apenas llegado al Poder se negó a convocar elecciones y colocó de ministra a su señora, que no ha dado una a derechas y ha empeorado vertiginosamente la situación de sus compatriotas desde que llegó al Poder, que este sujeto llamado Duhalde y conocido en su tierra como “De Balde”, critique al nuevo gobierno de Venezuela por no ser democrático, mueve a la risa floja, tirando a histérica. Qué colección de farsantes, de mamarrachos sanguinarios pueblan las presidencias republicanas de aquellos países hermanos, acaso para compensar los héroes cívicos que, como en Venezuela, arrostran los mayores sacrificios contra el instinto demagógico y plebeyo. ¡Cuánto iberosaurio criminal, a lo Castro, y qué poca vergüenza, a lo Duhalde!

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