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Federico Jiménez Losantos

¿Qué perdiz marea el Gobierno?

Aznar tiene una manera de gobernar aparentemente aburrida pero, reconozcámoslo, nunca previsible: lo mismo va al paso, que a saltos, que al trote, que al galope, que, de buenas a primeras, opta por la parada de burro y hace volar a la opinión pública por encima de las orejas del jumento, dejándola aturdida, mareada, con la vista perdida, la rabadilla machacada y la moral, evidentemente, por los suelos. Eso está pasando con la constitución del monopolio de televisión de pago Sogecable, tras producirse la rendición de Telefónica y anunciarse su decisión de convertirse en simple accionista del Imperio de Polanco. Eso, o cerrar Vía Digital. Es natural, se ha contado y nadie lo ha desmentido, que este proyecto de Alierta fue presentado al Faraón por el Príncipe Escorpión (que es como llaman en hacienda a Rato) y que Jose Ramsés I no dijo que no.

Pero los especialistas en demótico aznarí han detectado signos evidentes de mutación semántica en el lenguaje del Faraón, singularmente tras las dos últimas crecidas del Nilo, que el vulgo tomó por fusiones y acabaron en inundaciones, seguidas de pavorosas sequías. Según la escuela lingüística de Menfis, en el idioma de Jose Ramsés I no negar es muy distinto que afirmar. Más aún: suele esconder una muda imprecación de mala ventura.

Alierta parece llamado a sufrir la misma suerte que Alfonso Cortina, otro amigo del Príncipe Escorpión. Cuando en su día tomó la no negación como afirmación, pegó un resbalón brutal. Si Fenosa e Hidrocantábrico no se unieron tras intentarlo por las malas, Endesa e Iberdrola tampoco lo hicieron tras intentarlo por las buenas. De nada nos sirve el Foro Formentor si luego la Lucecita de la Moncloa no alumbra el camino del negocio. Todo es arar en el mar. Rato le dijo a Alierta que Aznar había dicho que sí. En realidad no había dicho que no. Diferencia abismal, profundidad abisal del desconcierto. ¿Y ahora qué?

Pues ahora, nada, a marear la perdiz. La perdiz de telefónica, claro. Pasados seis años de la Guerra Digital, reiteradas hasta la naúsea las operaciones de fusión y confusión de plataformas, animados y desanimados los contrayentes, alentados y desalentados los operadores, confortados y desconsolados los abonados, aquí ni pasa nada ni deja de pasar. Tiempo al tiempo, dice el Tiempo, o sea, Cronos, que para algo es Dios.

Este miércoles anunciará el Gobierno que la guerra de nervios digital ha comenzado y que cualquier prisa le parece excesiva, sobre todo la de Alierta. ¿Pero tiene algún proyecto el Gobierno para el futuro de la TV de pago? Nos sorprendería. El único modelo en materia de comunicación en estos seis años largos de Gobierno Aznar es que nadie estorbe demasiado la acción del Ejecutivo y que la opinión pública esté razonablemente aleccionada, encauzada y dirigida a través de las directrices de buruagas y ferraris, creados a imagen y semejanza de los augustos polanquistas. ¿Libertad, para qué? ¿Pluralidad, para quién? ¿Legalidad, dicen? Ya llegará. Con la sucesión, tal vez. Todo llegará. Pero, desde luego, no será este miércoles.

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