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Alberto Míguez

Europa, no sabe no contesta

Lo más significativo de la polémica propuesta que el presidente norteamericano acaba de lanzar para resolver el problema de Medio Oriente, tal vez no sea la exigencia de que Arafat se vaya con viento fresco y deje paso a una nueva generación de dirigentes palestinos, ni siquiera el plazo de tres años para constituir en paz un Estado palestino independiente, ambas cosas son tan irreales como inviables en las actuales circunstancias.

Lo más sorprendente y nada halagüeño para la Unión Europea es que Bush se haya “olvidado” de la llamada “política exterior y de seguridad común” que con tanto entusiasmo como ineficiencia encabeza Javier Solana, mientras los dirigentes de la Unión aplauden en tono cansino y aburrido. Para nada sirve cantar las glorias de Solana y del embajador Moratinos, representante de la Unión en la zona, sobre cuya competencia profesional pocos dudan. Lo malo de estas ovaciones es que esconden, además de una gran frustración, ciertas dudas sobre la utilidad y realismo de sus brillantes gestiones. No es un problema de personas sino de estrategia.

Bush se ha limitado a constatar que Europa no existe política y diplomáticamente en Medio Oriente y que todas las tentativas de intervenir, mediar, participar o influir en el conflicto israelo-palestino se cancelaron con un fracaso. La Unión Europea sigue siendo la principal financiadora de la Autoridad Palestina, su puntal económico más seguro y generoso. Lo mismo cabe decir de la cooperación al desarrollo: son las ONG europeas, públicas o privadas, las que trabajan en Cisjordania y Gaza gracias a la generosidad europea y a los medios que proporciona la Comisión. El gobierno israelí ha dicho en varias ocasiones que esta presencia más o menos humanitaria demostraba la “ingerencia” europea en un conflicto en el que nada se le había perdido a los europeos. Hasta una persona tan moderada como el ex ministro y embajador Ben Amí, que conoce muy bien España y Europa, acusó a la diplomacia europea y a la opinión pública continental de haberse convertido en el principal valedor de Arafat y sus amigos, algo que, por cierto, es verdad porque si el “rais” contase apenas con el apoyo de los países árabes, aviado iba.

Tras la declaración de Bush en la que se apoya sin ambages la política de mano dura del primer ministro Sharon hay pocas dudas de que Europa ha sido simple y llanamente desalojada de aquel escenario trágico, y que ni Israel ni los USA quieren saber nada del asunto. Salvo que las cosas vayan de mal en peor para Israel y lo que ahora es apenas una guerra desigual entre un ejército regular y bandas de terroristas evolucione hacia una conflagración generalizada con la participación de los vecinos árabes de Israel, algo que no puede en modo alguno excluirse.

Vistas así las cosas resulta un poco irónico, por no decir tragicómico, que en el Consejo Europeo de Sevilla la UE hubiera improvisado una declaración sobre Oriente Medio en la que más o menos se venía a decir que todos fuesen bondadosos, pacíficos y “constructivos”. Este tipo de declaraciones en las que mandan la retórica y las “buenas intenciones” desacreditan tanto a los que las emiten como a quienes las jalean. Ni que decir tiene que fue la crepuscular Autoridad Palestina la única que aplaudió ese texto fantástico e irrealista. Por algo será.

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