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Presión sobre Cortina

Que el fiscal anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, haya pedido la comparecencia de varios altos cargos de Repsol no es novedad ni sorpresa. Se esperaba un movimiento similar una vez que el fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, dio el visto bueno a su personación en el caso contra las petroleras por pactar precios. Si a ello se suman las obsesiones de Villarejo, uno de los pocos marxistas militantes que quedan en la actualidad, por los altos cargos de las empresas y de la Administración, el cuadro está completo y ocupará los titulares de los periódicos en los próximos días. Otra cosa es que durante la instrucción del caso, y el juicio si llega a producirse, se pongan las cosas en claro o todo quede en otro espectáculo judicial más.

Lo importante en este caso es el cambio de actitud que se produjo hace unas semanas por parte de Cardenal. Después de impedir una y otra vez que Villarejo presentara la querella contra las petroleras, de repente dio luz verde a las intenciones del Tío de Trinidad Jiménez, coincidiendo curiosamente con unos momentos en los que la presión sobre el presidente de Repsol, Alfonso Cortina, para que deje el cargo o, al menos, nombre un consejero delegado del gusto del Gobierno iban a más. Precisamente, poco después se supo que la petrolera hispano argentina había utilizado una sociedad instrumental en las islas Caimán para endeudarse sin que esa operación figurase en el balance de la empresa como deuda, sino como otro tipo de compromiso.

La presión sobre Cortina, por tanto, va a más, ahora a través de la Fiscalía Anticorrupción mientras se especula también con operaciones con origen en Cataluña para desbancarle de su puesto. En esta clave es en la que hay que entender la decisión de Cardenal de autorizar la querella contra las petroleras porque, conociendo a Villarejo, se puede dar por seguro que el fiscal jefe anticorrupción se encargará del resto, es decir, de meter más presión a Cortina y los suyos, aunque al final todo pueda quedar en agua de borrajas lo que, conociendo a Villarejo, no es descartable, ni mucho menos.

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