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Ignacio Villa

Centrismo sin reformismo

La verdad es que no es fácil entender lo que le está pasando al Gobierno. La nueva estrategia del Partido Popular, en esta recta final de legislatura, nos está dejando un cambio de aires que bajo el logotipo del "centrismo sin reformismo" les está llevando a evitar cualquier choque político. El Gobierno parece decidido a refugiarse en una "huida" de todo lo que signifique conflicto. Y eso sinceramente no parece que sea bueno para ningún Ejecutivo que se precie, puesto que con esta nueva actitud ofrecen una preocupante imagen de debilidad.

En el año 2000, el presidente del Gobierno dijo, con razón, que los ciudadanos le habían dado una mayoría absoluta para que cumplieran un programa electoral. Fruto de ello han sido, por ejemplo: el Plan Hidrológico, la reforma de las humanidades, la ley de calidad de la enseñanza o el equilibrio presupuestario. En fin, una buena remesa de medidas que el Ejecutivo de Aznar ha puesto en marcha en esta legislatura y que respalda una eficaz gestión.

Pero lo curioso es que ha sido pasar el ecuador de estos cuatro años de mandato, y el Gobierno de Aznar ha entrado en una dinámica de centrismo y de aparente "equilibrio" político que no se corresponde con lo que en sus día le pidieron los votantes. La estrepitosa caída en las encuestas ha puesto nerviosos a las "cabezas pensantes" del poder que han optado por una estrategia de "moderación mediática" dañina para la gestión de los pasados meses. Y es que el "tratamiento" que el Gobierno está dando a la situación no tiene todos los "medicamentos" adecuados. La primera medida ha sido el ya conocido "pueblo a pueblo" de Aznar que en principio siempre obtendrá buenos resultados, pero la segunda medida ha sido recoger velas en todo lo que signifique "conflicto", en lo grande y en lo pequeño. Ese cambio de actitud ha afectado ya a la Reforma del desempleo y por lo que parece va a afectar también al homenaje a la bandera nacional.

El debate surgido por el homenaje a la bandera ha sido desgraciado desde el principio. Primero, en el propio Ejecutivo no se ponen de acuerdo sobre la autoría de la iniciativa, luego, hablan de complejos de los demás y ahora, asustados inexplicablemente por unas "desgraciadas" declaraciones socialistas, el Gobierno se ha apresurado a recoger rápidamente la bandera pidiendo casi perdón. Una pregunta, sin respuesta:¿Es un cambio de opinión o una rectificación? Supongo que oiremos distintas según se pregunte a diferentes miembros del Gobierno, pero lo cierto es que se han vuelto a esconder ante una posible polémica.

La transformación del homenaje mensual a la bandera, después de que desde el Gobierno se hablara de complejos y de polémicas ridículas, tiene una complicada justificación política. La cuestión ya no es que se haga o no un homenaje. El problema surge cuando después de haber anunciado a bombo y platillo esta iniciativa, más tarde recogen velas al hilo de las primeras críticas. Si este Gobierno ha tenido una virtud, desde 1996, ha sido la capacidad de decisión y de ejecución. Ofrecer una imagen blanda, confundir el centrismo con la cesión, dejarse en el camino el reformismo, perder la iniciativa por miedo al qué dirán, terminará provocando un auténtico naufragio. La historia, no muy lejana, dice que centrismo sin reformismo no funciona.

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