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Federico Jiménez Losantos

Nervios en los sucesores, nervios en los electores

Si Ansón no se hubiera convertido en el auténtico “hombre fuerte” del aznarismo mediático tendría menos interés y mucha menos relevancia la encuesta de “La Razón”, con acompañamiento de canela fina y editorial grueso, aconsejando a Aznar que nombre sucesor inmediatamente después de las municipales y no a finales de otoño. Salvo en el caso de que vaya a ser Gallardón el agraciado con la lotería faraónica, ojo, una posibilidad que cuidadosa y previsoramente admite el viejo zorro juanista, condista, galindista, polanquista y, de momento y a mayor satisfacción de los Aznar, también aznarista. Si Anson mueve la sartén es para vender periódicos, claro, pero también y sobre todo porque el aceite casi hirviendo amenaza el punto de estos bartolillos y hojaldres cada vez más quemados con la evolución de las encuestas. Frutas de sartén, estos candidatos, que ya no saben cómo ponerse para llegar doraditos al plato.

No hay aparentes favoritismos en el planteamiento (aunque menos aparentes sí los haya), pero sí una corrección muy a la baja de las previsiones faraónicas. Y es que por mucho que se le dore la píldora, lo que Anson le está pidiendo a Aznar es que mande bastante menos tiempo o, como mínimo, que en beneficio del sucesor mande bastante poco si se empeña en agotar la legislatura. Porque está claro que esos últimos meses deberían consumirse en favorecer las posibilidades del rival de Zapatero.

Lo triste de este asunto es que ya nadie piensa en otro mecanismo sucesorio que el que pasa de la cabeza al dedo índice de don José María, sin que el partido pinte nada y sin que los votantes tengan otra elección que aceptar o no el dictado de Aznar. Y como no hay democracia interna en ningún partido, pese a lo que diga la Constitución para justificar que los paguemos todos, y como en el PP además presumen de ello, todo van a ser conjuras y traiciones en esta carrera de la sucesión que se ha montado el Presidente para jugar a Yuste sin morirse y sin ser Emperador.

Y si los sucesores están cada vez más nerviosos (las encuestas en los medios aznaristas no son sino una manifestación de esos nervios), los electores del PP tienen aún más motivos para estarlo. No sólo porque el paseo militar que les prometió Aznar va camino de ser una carrera de velocidad con obstáculos, con su corredor a merced del más mínimo tropezón, sino porque el Gobierno al que votó ha dejado de gobernar desde finales del verano y se ha embarcado en una especie de administración de la demagogia del sucesor inédito, con el resultado de que mientras la Izquierda ya canta victoria, la derecha sólo canta la palinodia. Y, a este paso, el miserere.

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