Casi un año después de su anuncio, José María Aznar ha llevado a cabo el lunes la refundición de todas las fundaciones dependientes del Partido Popular –FAES (liberales), Canovas del Castillo (liberal-conservadores) y Humanismo y Democracia (democristianos)– en la nueva FAES, llamada a ser el think tank del centrorreformismo. Un concepto acuñado por Aznar o sus asesores cuya sustancia aún está por definir, pero de la que la acción del Gobierno ha aportado algunos indicios durante este último año: un complejo secular e injustificado de “derecha” sociológica que gobierna con votos “prestados” de la izquierda, unido a la conservación del poder como objetivo máximo, factores que impulsan a Aznar y a sus colaboradores a evitar cualquier tipo de reforma o decisión conflictiva que, a su juicio, pudiera poner en riesgo la reedición de su mayoría parlamentaria en las próximas elecciones.
Salvo notables excepciones, la inmensa mayoría de los políticos, por imperativo de su profesión, ha de inclinarse más a la acción que a la reflexión. Por ello, resulta paradójico que la plana mayor del think tank del PP esté formada casi exclusivamente por políticos profesionales alejados de los quehaceres intelectuales (a excepción del fundador del PP, Manuel Fraga, quizá de Vidal Quadras o incluso de la exótica adquisición centrorreformista de Miguel Boyer, responsable directo del atropello de RUMASA) y que han probado su fidelidad a Aznar. Parece que los responsables de la producción de ideas van a ser, precisamente, quienes en teoría tendrían que nutrirse de las ideas producidas por verdaderos intelectuales e ideólogos.
Habida cuenta de que Aznar será el presidente de la nueva macrofundación y de que su intención explícita es impartir desde allí doctrina al partido, pensando España y Europa “desde el centro”, las “sensibilidades” políticas e intelectuales de dentro del PP (especialmente los liberales, y también los conservadores) que antes tenían sus propios cauces de expresión y ejercían una influencia muy positiva y enriquecedora en el partido (como la antigua FAES), ahora tendrán que ajustarse a las directrices que imparta quien, en la sombra, seguirá siendo probablemente el “primer espada” del partido, reconvertido en ideólogo único del “centro” y rodeado de leales corifeos. Basta comprobar que la lista de patrones de la nueva FAES incluye la práctica totalidad de la plana mayor del PP, es decir, los miembros del Gobierno y los representantes de las altas instituciones del Estado, algunos ex ministros y los fontaneros de la Moncloa. Y excluye a Ruiz Gallardón, aunque quizá con toda justicia, pues hasta que no complete su reciclaje (con o sin Ana Botella), el candidato a la alcaldía de Madrid se sitúa hoy por hoy a la izquierda de Boyer.
Habrá que esperar a los resultados para juzgar categóricamente y comprobar si la nueva FAES tiene como objetivo estar al servicio de “la idea de libertad individual, la libertad política, económica e intelectual”, tal y como señaló Aznar en su discurso; o bien sólo servirá de altavoz a al futuro ex presidente del Gobierno y sus colaboradores más estrechos para proveer de directrices al futuro jefe de Gobierno del PP. Todo dependerá de la significación práctica (la teórica aún no la conocemos, ni probablemente la conoceremos) del centrorreformismo.
De momento, FAES no es nada más que un nombre con una clara función: que Aznar, mientras postula su candidatura a la presidencia de la Comisión Europea, no se convierta en un fantasma enredador y problemático como González, quien no ha sabido encontrar su sitio fuera de la Moncloa.

FAES: de momento, sólo el nombre

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