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Alicia Delibes

El triunfo de Giner de los Ríos

El viejo caserón de la calle Martínez Campos, que fue sede de la Institución Libre de Enseñanza y que sirvió de residencia a Francisco Giner de los Ríos desde 1884 hasta su muerte, va a ser rehabilitado.

José María Aznar presidió hace unos días la firma del acuerdo entre la Administración General del Estado, la Comunidad de Madrid y la Fundación Caja Madrid para costear los nueve millones de euros previstos para realizar las obras. Al acto también asistieron el presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz Gallardón, y la ministra de Educación, Pilar del Castillo. Todos ellos, como era de esperar, alabaron la magnífica labor pedagógica que Giner realizó y se congratularon de que, como dijo en su intervención el actual director de la Residencia de Estudiantes, José García-Velasco, “muchos de los postulados y principios institucionistas hayan cuajado y sean incuestionables para la sociedad española del 2003”.

En relación con este acontecimiento, José María Marco publicaba un pequeño artículo en el diario El Mundo del viernes 27 de diciembre en el que, entre otras cosas y un poco de pasada, decía que las teorías pedagógicas de Giner y su gente acabaron plasmadas en las reformas educativas socialistas y en particular en la LOGSE.

Es verdad que existe una sospechosa similitud entre los principios pedagógicos que han inspirado la LOGSE y los de aquel colegio privado y elitista que dos alumnos de Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío y Germán Flórez, inauguraron en 1878. Esos principios, que supongo son los que el director de la Residencia de Estudiantes considera hoy incuestionables, constituyen, probablemente, la herencia del que ha sido el padre de la pedagogía del siglo XX, Juan Jacobo Rousseau.

En casi toda la Europa del siglo XIX había ido cobrando importancia la idea de que la enseñanza debía tener como objetivo “educar” y no simplemente “instruir” como sostenían los filósofos ilustrados que se opusieron a la filosofía educativa expuesta por Rousseau en su obra Emilio.

Cuando la educación fue pasando de manos de la Iglesia a la del Estado la pedagogía de Rousseau empezó a cosechar su verdadero triunfo. Dos cuestiones influyeron de forma definitiva en este éxito. Para quienes querían quitar a la Iglesia el monopolio de la enseñanza el Emilio tenía todas las garantías necesarias para asegurar una educación anticlerical y para quienes empezaron a soñar con una nueva sociedad igualitaria, la construcción de un hombre nuevo que proclamaba Rousseau tuvo un atractivo extraordinario.

En todos los debates que se produjeron con motivo de la instauración de la educación obligatoria y gratuita el Emilio estuvo presente. Todos los reformadores de la enseñanza y todos aquellos que querían una escuela diferente, incluidos los que pretendían la “desescolarización”, rindieron homenaje a Rousseau.

Curiosamente, la obra de aquel que sin escrúpulo alguno había abandonado a sus hijos a la inclusa, donde la probabilidad de supervivencia era en aquellos años mínima, recogió alabanzas y sirvió de inspiración a todos los reformadores pedagógicos del XIX.

No era pues nada extraño que los primeros institucionistas, cuando fundaron su colegio, lo hicieran con los métodos de enseñanza que tenían por entonces el pedigrí de progresistas y liberales.

Como tampoco era extraño que Manuel Nuñez de Arenas, miembro del Partido Socialista, al fundar en 1910 la que se llamó Escuela Nueva de Madrid, se inspirara en las mismas teorías rusonianas.

Fue Nuñez de Arenas quien llevó al Congreso del PSOE de 1918 la ponencia “Bases para un programa de Instrucción Publica” que, desde entonces, se convirtió en el programa educativo de los socialistas. Si se leen los fundamentos básicos de aquella ponencia se descubrirá en ellos un gran parecido con los de la Institución, pero sobre todo se reconocerán los principios pedagógicos que los socialistas impusieron con la LOGSE y que desgraciadamente, como dijera el otro día el Director de la Residencia de Estudiantes, “han cuajado y son incuestionables para la sociedad española del 2003”.

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