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Euroinflación

No cabe duda de que 2002 no ha sido un buen año para la inflación. El Gobierno esperaba que, a lo largo del ejercicio que acaba de concluir, la tasa de crecimiento de los precios se acercara progresivamente hasta niveles de entre el 2,4% y el 2,7%. Sin embargo, el IPC ha concluido el año con un aumento del 4%. La economía española, por tanto, tiene un problema con la evolución de los precios de consumo y el gran reto de la política económica es resolverlo. La cuestión es la gravedad del problema, si se debe a factores coyunturales o a razones estructurales.

Evidentemente, una de las principales razones por las que la tasa de inflación española prácticamente duplica al promedio del conjunto de la zona del euro es que la política monetaria del Banco Central Europeo es demasiado relajada para una economía como la nuestra, cuya tasa de crecimiento también duplica a la media de la eurozona. Pero este aspecto ha empezado a corregirse en los últimos meses gracias a la apreciación del euro. Los expertos calculan que cada punto porcentual de subida de la divisa europea frente al dólar equivale a un incremento de los tipos de interés de una décima. Por consiguiente, la revalorización de la moneda única frente al billete verde en el último año equivale a un alza del precio del dinero de, aproximadamente, dos puntos, lo que contribuirá a luchar contra la inflación en 2003.

Por otro lado ha estado el efecto sobre los precios de consumo del cambio de la peseta al euro. Éste se ha notado especialmente en el transporte público, en el que las distintas administraciones no han tenido reparo alguno en subir descaradamente los precios mientras pedían al comercio que no hiciera lo mismo. Y lo peor de todo es no sólo que lo hicieron en 2002 sino que lo han repetido en 2003, y todo para reducir las pérdidas de sus respectivas empresas de transporte en vez de afrontar un saneamiento de las mismas que podría no resultar muy popular, sobre todo si implica despidos. Pero el efecto del euro también se ha dejado sentir, y de qué manera, en el pequeño comercio, sobre todo en los alimentos, productos baratos donde el redondeo al alza ha significado incrementos de precios porcentualmente muy elevados. Todo esto explica en buena medida el mal comportamiento de la inflación este año. Si a ello se añade la subida de los precios energéticos como consecuencia del encarecimiento del petróleo debido a la ‘prima de guerra’ asociada con el más que probable ataque de Estados Unidos a Irak, el cuadro sintomatológico de la inflación en 2002 está completo.

¿Qué pasará en 2003? Lo más probable es que se produzca una moderación de la inflación. En primer lugar, la caída del dólar supone un abaratamiento de los productos importados, que tienen un peso importante en el IPC español. En segundo término, el efecto euro ya no se repetirá. Por su parte, los precios industriales mantienen tasas de crecimiento muy moderadas. Además, la política monetaria será mucho más restrictiva gracias a la apreciación de la moneda única y a pesar de que el BCE pueda recortar una vez más los tipos de interés entre un cuarto y medio punto. Por consiguiente, la inflación debería tender a reducirse en 2003, como indica que la subyacente haya concluido 2002 medio punto por debajo del IPC. La cuestión es si todo esto bastará para que la tasa de aumento de los precios de consumo caiga por debajo del 3%. Eso ya es harina de otro costal y dependerá, en buena medida, del resultado de la negociación colectiva para este ejercicio.

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