La exquisita delicadeza con que, desde la transición, la derecha y la izquierda nacionales –especialmente esta última– han tratado constantemente de no “herir” la sensibilidad de los nacionalistas, evitando cualquier referencia a la verdadera historia, a la idea o a los símbolos de España, ha degenerado en una especie de código ético-político cuyo estricto respeto exigen los nacionalistas a cualquier figura pública en sus manifestaciones respecto de la cuestión nacional. Hasta tal punto ha llegado la esquizofrenia impuesta por el pensamiento único nacionalista, que el mero hecho de proclamar en voz alta verdades que pudieran afectar a la credibilidad de las fábulas nacionalistas sobre la historia de sus respectivos terruños desencadena inmediatamente una inquisitorial caza de brujas contra quien ose poner siquiera en duda que Cataluña y el País Vasco son “algo especial”, de muchísimo más valor y raigambre histórica que el resto de las comunidades españolas.
La caza de brujas contra Jiménez de Parga, el primer personaje público que, en mucho tiempo, se ha atrevido a poner en solfa las mistificaciones nacionalistas, es una buena muestra de que los nacionalistas, como todos los totalitarios, para triunfar se ven obligados a silenciar cualquier voz que no repita obedientemente sus consignas y sus falsificaciones históricas, a demonizar a quienes –como Jiménez de Parga– se atrevan a negar que lo que confiere el plus de “nacionalidad” e “historicidad” a Cataluña y el País Vasco respecto del resto son los efímeros estatutos de autonomía de la II República. 1936. Y también, evidentemente, aprovecharán cualquier ocasión para colocar a sus predicadores en los lugares donde más puedan influir en la formación de la opinión pública, como es el caso del etarra Garmendia, el gestor de las herriko tabernas en situación de prisión preventiva decretada por el juez Garzón, que ha sido nombrado profesor de Economía Aplicada de la UPV “por unanimidad” de un tribunal a la medida del único candidato que se presentó, presidido por Valeriano Bakaikoa, que fue candidato por HB en 1989 al Parlamento Europeo.
Es una lástima que en el PP –no digamos ya en el PSOE, el partido nacional que más ha contribuido a halagar el victimismo nacionalista, apoyándose en él para llegar al poder–, el partido que con más claridad defiende la unidad nacional en el marco constitucional, no se aprovechen esporádicos arranques de valor como el de Jiménez de Parga para dar la batalla en el terreno de las ideas a quienes tienen como objetivo último la destrucción de España. Aunque ello sería mucho esperar, habida cuenta de que uno de los principales inquisidores nacionalistas ocupa un ministerio en el Gobierno del PP y es candidato –no se sabe muy bien si por CiU o por el PP– a la Generalitat.

Inquisición nacionalista

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