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Al Qaeda: fructífera colaboración antiterrorista

Cuando George W. Bush declaró la guerra al terrorismo muchos –y no sólo los detractores habituales de EEUU– se apresuraron a calificar de exagerada la reacción del presidente norteamericano, acudiendo al necio tópico del vaquero con el revólver en la mano, dispuesto a tomarse la justicia por su mano contra unos pobres desharrapados. Sin embargo, los más de cuarenta terroristas relacionados con Al Qaeda que desde el 11-S han sido detenidos sólo en nuestro país –muchos de ellos entrenados en los campos de Ben Laden en Afganistán– dan una idea de la magnitud del peligro que supone el terrorismo islámico para el mundo occidental y confirman que Bush en modo alguno exageraba cuando denunció la gravedad de la amenaza.

El Levante y el Sur español, destino habitual de muchos inmigrantes magrebíes, ha sido y sigue siendo una magnífica base de operaciones para los miembros y aliados de Al Qaeda en Europa, que encuentran un camuflaje perfecto en las poblaciones cuyo sector agrícola necesita la mano de obra de estos inmigrantes, muchos de ellos en situación ilegal y sin papeles en regla.

Los últimos dieciséis detenidos en España por orden del juez de la Audiencia Nacional, Guillermo Ruiz Polanco y a instancias de la justicia francesa, formaban una red de apoyo e información a grupos terroristas islámicos, tenían capacidad para fabricar explosivos y, al parecer, estaban instruidos en armas químicas. Afortunadamente, la estrecha colaboración entre las fuerzas de seguridad británicas, francesas, alemanas, italianas y españolas ha permitido que, a raíz de la detención de Mohamed Bensakhria en Alicante, ordenada por el juez Garzón en junio de 2001, se pudiera descubrir a estos dieciséis terroristas, probablemente miembros de “células durmientes” organizadas y entrenadas por Ben Laden dispuestas a perpetrar masacres cuando el saudí lo ordenara.

La fructífera colaboración de las policías europeas para extirpar las células de terrorismo islámico en el marco de la guerra contra el terrorismo liderada por EEUU contrasta vivamente sin embargo con la negativa de Francia y Alemania a apoyar a Bush en la eliminación de una de las principales fuentes de armamento y financiación potencial de los terroristas islámicos: el régimen de Sadam Husein, cuyas conexiones con el terrorismo palestino son ya evidentes.La lamentable mezquindad y doble moral europea en lo relativo al terrorismo palestino, que por concentrarse –en apariencia– exclusivamente en Israel diríase que tiene un plus de legitimidad, impide a los líderes europeos advertir que la guerra que sostiene Israel contra el integrismo terrorista, lejos de ser un conflicto aislado, es el principal frente abierto contra los terroristas islámicos.

No hay que olvidar que Ben Laden desea causar todo el daño posible a EEUU y sus aliados, no tanto porque sean infieles –que también– sino, principalmente, porque apoyan la causa del único estado democrático de derecho que existe en Oriente Medio. Y esto le convierte en aliado natural de Sadam Husein, ya que ambos comparten el mismo objetivo prioritario: destruir Israel. Tal vez sea por eso por lo que los líderes europeos escatiman siempre esfuerzos cuando se trata de apoyar a Israel en su legítima lucha y, en cambio, no ahorran retórica y financiación cuando se trata de apoyar a Arafat o de justificar el terrorismo palestino. A la escasa simpatía que despierta Israel en Europa, se une la mezquina esperanza –cuya vanidad las detenciones de los terroristas islámicos en España se han encargado de demostrar– de que el integrismo terrorista no descargue su furia en Europa.

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