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Amando de Miguel

Persona non grata

Se ha puesto de moda esa práctica, un tanto ridícula, de que un grupo de concejales o de catedráticos declaren que un convecino o un colega sea persona non grata. La expresión se ha venido utilizando en la jerga diplomática como una forma cortés de facilitar las relaciones internacionales. La costumbre civilizada hace que, al proponer un embajador del país A en el país B, el gobierno de B anticipa que el embajador propuesto es “persona grata”, esto es, aceptable. Salvo casos excepcionales, la cortesía internacional asegura ese paso. La excepción es precisamente la “persona non grata” por razones graves. Nótese que esas fórmulas anteceden al nombramiento diplomático. Solo en casos aún más excepcionales el país B puede expulsar a un embajador de A declarándolo “persona non grata”.

Parece un abuso trasladar esa doctrina diplomática, tan sutil, a los dimes y diretes municipales o universitarios. Más ridículo aún es que, si un Ayuntamiento declaró a un vecino “hijo adoptivo” o título parecido, se lo quite. No parece aceptable la razón de que tal vecino piense de modo distinto al de la mayoría de los ediles. No deja de ser curioso que esas fórmulas de cortesía, como la del latinajo que digo, se pueda convertir en formas de desprecio colectivo.

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