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EDITORIAL

Maragall, la hipoteca de Zapatero

No es ningún secreto que la apretada victoria de Zapatero sobre Bono en el congreso del PSOE de julio de 2000, donde obtuvo la secretaría general, se debió, principalmente, a los 74 delegados del PSC, que votaron a su favor a instancias de Maragall. La federación catalana era la única en que Bono carecía de apoyos y fue esto precisamente lo que desequilibró la balanza a favor de Zapatero.

El leonés sabía perfectamente cuáles podían ser los costes de ese apoyo. Maragall, en mayo de 2000, ya afirmaba que los socialistas catalanes seguirían defendiendo una propuesta federal para España dentro del PSOE, aunque por entonces no quería “agitar esa bandera” porque “no queremos en un momento tan crítico, tan dramático y sensible como éste (refiriéndose a la situación en el País Vasco) contribuir a hacer sufrir a la gente”.

No parece que hoy a Maragall, que da crédito a las acusaciones de tortura del director de Egunkaria Marcelo Otamendi y se lo niega a la Guardia Civil y al Gobierno “hasta que el juez demuestre lo contrario” –¿y la presunción de inocencia?–, le importe demasiado herir sensibilidades o “hacer sufrir a la gente”; aunque la situación en el País Vasco no haya perdido un ápice de dramatismo, recién asesinado por ETA Joseba Pagazaurtundua precisamente en Andoain, localidad donde tiene su sede el periódico-pantalla de la banda terrorista clausurado por el juez del Olmo.

Lamentablemente, Maragall no está solo en el seno del PSOE. Francesc Antich en Baleares, Marcelino Iglesias en Aragón (ambos presidentes autonómicos), Patxi López y Odón Elorza en el País Vasco, Emilio Pérez Touriño en Galicia y Joan Ignasi Pla en Valencia –todos llegaron a sus cargos poco antes del congreso del PSOE que aupó a Zapatero– suscriben las tesis federalistas de Maragall que, en la práctica, suponen la ruptura del modelo autonómico consagrado por la Constitución y, en último término, la negación de la idea de España.

No es extraño, pues, que Zapatero no se atreva a desautorizar públicamente al líder del PSC, consciente de que el “federalismo asimétrico” ha cautivado un sector muy importante del partido; algo que González y Polanco no ven precisamente con malos ojos, habida cuenta de que fueron ellos quienes impulsaron la depuraron de Redondo Terreros, sustituyéndolo por Patxi López, favorable a las tesis de Maragall. Y esta es, precisamente, la razón por la que el PSOE sigue sin definir su modelo de estado. Por un lado, los votantes socialistas de Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura –los principales feudos electorales del PSOE– no ven con buenos ojos las veleidades nacionalistas de los líderes socialistas de la periferia. Y por otro, Zapatero sabe muy bien que su poder dentro del PSOE se asienta principalmente sobre las fuerzas centrífugas de su partido, apoyadas por Prisa, el máximo enemigo de todo lo que representa la idea de España.

Consciente de ello, el líder del PSC se permite dar instrucciones y hacer veladas advertencias a Zapatero. En una carta abierta al líder del PSOE publicada por El País el pasado noviembre, Maragall decía al leonés: “Puedes contar con los socialistas catalanes como contaste desde el primer momento. Han pasado, desde entonces (congreso del PSOE), algo más de dos años, en efecto. El nuevo socialismo está ya en marcha. El nuevo federalismo, o como le llamamos tú y yo, la España plural, está a punto. Todas las esperanzas están permitidas. No fallaremos”.

Arduo dilema el de Zapatero. Uno de los principales activos del PSOE ha sido siempre la última de sus siglas, que representa a España. Pero el mayor anhelo de sus principales apoyos políticos y mediáticos es eliminarla de la denominación del partido. Difícilmente podrá gobernar Zapatero en Madrid si no clarifica de una vez cuál es su modelo de Estado. Y si lo hace, corre el riesgo de dividir a su partido en dos: los “españolistas”, representados por Bono, Ibarra y, sobre todo, Francisco Vázquez; y los “centrífugos”, liderados por Maragall, López, Elorza y Antich. La tarea de “reunificar" al PSOE supera a un Zapatero hipotecado por las tesis disolventes de Maragall, y tendrá que esperar probablemente al resultado de las próximas elecciones generales.

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