Netchayev, maestro de asesinos con pretensiones políticas –Lenin fue uno de sus alumnos más aventajados–, acuñó en su Catecismo del Revolucionario la frase que mejor define el modus operandi de todos los totalitarios: "Contra los cuerpos, la violencia; contra las almas, la mentira". Esta fue la divisa de la Alemania nazi, de la Rusia soviética y de todos sus satélites. Es el lema de Kim Jong Il, de Sadam Husein y de Fidel Castro. Y es la máxima que intenta poner en práctica Hugo Chávez, el protodictador venezolano. Asimismo, la violencia y la mentira son también los instrumentos habituales de ETA-Batasuna, con la que los nacionalistas “moderados” y el partido de Javier Madrazo, IU-EB firmaron el pacto de Estella.
El abandono del entendimiento con los etarras por parte de IU-EB después de que los pistoleros dieran por concluida la tregua-trampa no fue sino un gesto vacío para guardar una apariencia de rechazo incondicional del terrorismo que no se ha correspondido con los hechos. Madrazo ha demostrado este extremo con su integración en el Tripartito gobernante en Vitoria –plenamente identificado con las tesis de Estella– que apoya el plan secesionista de Ibarretxe y que se opone –proponiendo “plantes democráticos” al Estado de Derecho– a la ilegalización de la pantalla institucional de ETA decretada por el Tribunal Supremo.
Además, el gobierno en el que se halla integrado Madrazo mantiene unas excelentes relaciones con la Cuba de Castro, cobijo de etarras, precisamente gracias a los buenos oficios del líder de IU-EB como “embajador plenipotenciario” de Ibarretxe ante el “modelo referencial”, calificativo con que Madrazo definió a la isla-cárcel después de su visita en enero de 2002. Visita que repitió su jefe de gobierno, Ibarretxe, para estrechar lazos políticos y comerciales con el dictador más veterano del mundo, los cuales se han concretado en tres protocolos de financiación de intercambios comerciales por valor de 156 millones de euros (casi 26.000 millones de pesetas), cien de ellos destinados a la modernización del aparato represivo (los seis ministerios más importantes) del coma andante, otros cuarenta y seis a la compra de acero cubano y el resto a potenciar la mano de obra esclava de los complejos turísticos de la isla, por la que Castro cobra en divisas y paga en pesos. Por si fuera poco, el gobierno vasco ha suscrito tres convenios para la informatización de la ¿justicia? de Castro, la cual podrá ahora condenar con mayor eficacia y agilidad a los 80 opositores que se obstinan en no compartir la opinión de Madrazo respecto del régimen “referencial”.
Con semejante bagaje, causarían risa las quejas del “embajador” de Ibarretxe ante Castro sobre el “genocidio” que la coalición internacional está llevando a cabo en Irak –un “genocidio” tremendamente ineficaz, pues transcurridos 20 días de guerra e intensísimos bombardeos, las víctimas civiles aún no superan el millar, afortunadamente– si no fuera porque, sin haber dedicado ni una sola palabra de condena contra el auténtico genocida en ejercicio que todavía ocupa el poder en Irak, Madrazo se ha permitido acusar al presidente del Gobierno –con la insolencia y la mendacidad propias de los alumnos de Netchayev– de “ser un terrorista como los de ETA”. Y, lejos de rectificar semejante infamia, se ha permitido la desfachatez de perseverar en ella y añadir que Aznar, quien sufrió en sus propias carnes la mordedura de la víbora etarra antes de ser presidente del Gobierno, “no tiene ninguna autoridad moral para rechazar el terrorismo de ETA” si no es capaz de “denunciar esta guerra terrorista”, pues según Madrazo, Aznar es uno de los responsables de “este genocidio”.
Adicto a las migajas de poder que caen de la mesa de Arzalluz e Ibarretxe –manchadas con la sangre, el sudor y las lágrimas de los defensores de la libertad en el País Vasco– y con la confianza que le da el encontrarse del lado donde no caen las balas y las bombas de los terroristas, Madrazo se ha creído con el derecho de dedicar impunemente al presidente del Gobierno, con la excusa de la guerra, las mismas calumnias e infamias largo tiempo proferidas por ETA-Batasuna hacia los constitucionalistas y los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Aunque hay que admitir que la pusilánime actitud que el PP y el Gobierno han mostrado hasta ahora ante la oleada de insultos y agresiones –incluidas las bombas– que han recibido a cuenta de la guerra, puede haber inducido a Madrazo –también a Maragall, que comparó a Aznar con Herman Goering, o a Beiras, el líder del BNG, que justificó las “reacciones violentas” de los “pacifistas” contra el PP– a creer que el insulto y la infamia al Gobierno y al partido que lo sustenta son “gratis” y, además, rentables para sus fines políticos.
Afortunadamente –no sólo para el PP, sino también para las libertades democráticas, amenazadas por la batasunización de la izquierda–, aunque con mucho retraso, Javier Arenas, en su calidad de presidente del PP, se ha decidido a presentar batalla contra la violencia y las mentiras con que la izquierda nostálgica del GULAG pretende amedrentar y marginar a un partido con diez millones de votos. A la querella presentada el pasado sábado contra “noalaguerra.org”, Arenas ha anunciado el lunes otra contra Madrazo y el estudio de una más contra contra Maragall; aunque también debería plantearse una reprobación en la Cámara gallega contra Beiras, como acertadamente señala Francisco Vázquez.
Jamás deben tolerarse la violencia o la infamia en política con la excusa de dar ejemplo de moderación. Mucho menos cuando éstas son empleadas conscientemente –como recomendaba Netchayev– con el objeto de anular y expulsar de la escena al adversario, pues la consecuencia directa de no oponerse a ellas con firmeza es casi indefectiblemente la pérdida de la libertad. Esperemos que el PP haya aprendido, por fin, la lección.

Madrazo, contumaz en la infamia

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