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Andrés Freire

Los estudiantes a la calle

Al día siguiente del atropello de una estudiante viguesa durante una manifestación, el Faro de Vigo publicó una de las columnas de opinión más infames que uno haya podido leer. Su autor fue Xosé Luis Méndez Ferrín, quien pasa por ser el gran escritor gallego y presunto candidato a Nóbel. Presentemos al personaje: nacionalista de ultraizquierda que considera al BNG como un partido vendido a España y al capitalismo; enemigo irredento del Estado (aunque funcionario de educación) y, sobre todo, del gobierno Fraga, quien financia la edición de sus obras y obliga a los muchachos a leer alguna de ellas.

Méndez Ferrín aseguraba en su columna que “un grupo de mozos e mozas europeos” (A Ferrín, la palabra España y español le produce urticaria) protestaba la guerra, tal como hacían sus colegas londinenses en Picadilly Circus. Pero fueron arrollados por “seguramente un automovilista máis incomodado polo contido da manifestación (contra a guerra, contra o PP) ca polo retraso”. Y va más lejos: “Pueden Ustedes estar seguros de que el automovilista no era políticamente neutro. Todos Ustedes saben por qué herida respiraba, por qué estaba indignado y por quién votó en las últimas elecciones. Ellos, sólo ellos, son los violentos”. Así, donde creíamos contemplar a un conductor irritado al que se le cruzaron los cables, el lector de almas Méndez Ferrín adivina un asesino político.

Unas anotaciones: La Plaza de América que obturaban unos cuantos muchachos es una gran rotonda donde se entrecruzan siete vías principales de Vigo. Un corte en la plaza en una mañana laborable supone el bloqueo de buena parte de la ciudad. Además, la televisión local ha mostrado imágenes de cómo uno de los muchachos insultaba y provocaba a los automovilistas que se quejaban. El bloqueo se había hecho, por supuesto, sin permiso ni aviso –algo que jamás permitirían en Picadilly Circus. Por último, el conductor que perdió los nervios no aparece en las listas de militantes del Partido Popular.

Considerando los ofensivos y necios barruntos de Ferrín, no sorprenden los actos de sus alumnos. ¡Qué insolencia la suya al creer que tienen derecho a paralizar a su arbitrio una ciudad! ¡Qué desprecio hacia los demás, que tienen su vida, sus obligaciones, sus citas y cuitas y un sueldo que mantener! (Por cierto, a 200 metros de la plaza de América, hay una plaza peatonal) En Nueva York, los manifestantes también intentaron atascar la ciudad, pero allí hay policía que se toma en serio sus obligaciones. Por tanto, para bloquear el tráfico, los pacifistas organizaron brigadas autónomas que se enzarzaban en un juego de gato y ratón con las fuerzas de orden público. Cuando éstas les pillaban, se dejaban arrastrar hasta el furgón, conscientes de haber cometido una infracción, que acarrea detención y multa.

Aquí, en cambio, buena parte de las protestas consisten, parece ser, en ventilarse las clases. Los profesores lo aceptan, incluso lo incitan: “no importa perder una clase, pues hay una guerra”. Al hacerlo, rebajan ante sus alumnos la importancia de la educación, deslegitiman los propios conocimientos que imparten. Les están mandando un mensaje: Los estudios tienen una importancia secundaria. (Lo de los profesores de primaria “movilizando” a sus niños es otra cosa: pura y simple corrupción de menores). En estas circunstancias, no extraña que, cuando los estudiantes tienen una querella con el poder, no sepan argumentar sin insultar, ni imaginen formas de protesta que no impliquen fastidiarle la vida a los viandantes. Claro que, con profesores como Ferrín...


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