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Saúl Pérez Lozano

El 11 de abril vive

La peor expresión y el mayor desprecio por los demócratas y la democracia la dejó patentizada el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, el 11 de abril de 2002.

Ese día, en una alocución en cadena de radio y televisión, de 100 minutos, mientras hablaba de paz, de amor, de tolerancia, sus círculos terroristas, apoyados por unos guardias nacionales y otros efectivos militares, disparaban a mansalva contra una manifestación de más de millón y medio de personas desarmadas que exigían su renuncia.

Ese aciago 11 de abril, Chávez se quitó la careta que muchos aún se negaban a aceptar. Ese día, Chávez dejó marcado con el hierro candente del ganado el asco y desprecio por los derechos humanos, y sus bandas armadas quebraron aquel entusiasmo de cientos de miles que entonaban cánticos alegres y consignas de protesta. ¿Sus armas? banderas tricolores y cacerolas, inofensivas pero temidas por el gobierno. Pero ese día también, Chávez sentenció la caída de su régimen más temprano que tarde.

El 11 de abril de 2002, 19 personas perdieron la vida y más de 100 resultaron heridas, hoy algunas de ellas desvalidas o limitadas físicamente.

Pero no fueron las únicas bajas, otras cayeron abatidas el 12 y 13 de abril, víctimas de saqueadores y hampones con licencia para matar, a lo James Bond. Fue el momento en que los militares adeptos a Chávez retomaron las riendas del poder. Era otro de los ominosos rostros del régimen: la venganza contra la sociedad y el comerciante.

Gracias al interés inocultable del gobierno en que la verdad no se conozca, que nunca se llegue a ella, tratando de que prevalezca su versión de los hechos y no la verdad, borradas en el tiempo las pistas que conducirían al desenmascaramiento del horror, se afirma que en la Policía Judicial, a cargo de la investigación, se han modificado los hechos más de una vez, acomodados y adaptados al interés gubernamental.

El 11 de abril de 2002, Chávez y su régimen iniciaron e impusieron el poder criminal con mira a imponer su proyecto político totalitario amparado en una supuesta constitucionalidad y la complicidad inocultable también del organismo que debe ser garante de la legalidad: la Fiscalía General de la República. Pero éste, por el contrario, ha impuesto la impunidad por acción u omisión. Sí sorprende la Fiscalía cuando atiende los casos concernientes a figuras de la oposición, violando incluso leyes, formalismos y la equidad que corresponde. Y aun cuando parezca un caso de Ripley, las investigaciones penales de estos crímenes políticos se le asignan a un fiscal especializado en el ambiente, afecto, además, al régimen.

La perversidad de Chávez y los suyos es tal que en sus intentos por desvirtuar la masacre del 11 de abril ha querido oponerlas a las ocurridas el 12 y 13 de ese mes, en una monstruosa teoría del ellos y nosotros, enemigos y revolucionarios. Para esos ''revolucionarios'' que desgobiernan a este país los venezolanos tienen una categoría que los diferencia, creadora de odio. Antes de Chávez, Venezuela era una sociedad de convivencia pacífica, sin rencores ni resentimientos. El lo ha alimentado para asirse del poder.

A pesar de las fanfarronadas de Chávez, el 11 de abril de 2002 marcó el principio de su fin. Ciertamente, ha destruido la institucionalidad, otorgado licencias aborrecibles a la narcoguerrilla colombiana, fracturado mas no destruido a las fuerzas armadas, comprando la conciencia, gracias a negociados, de algunos de sus componentes. Pero Chávez no podrá con la inmensa mayoría de la sociedad venezolana que lo abomina, porque resiste aceptar que se establezca una dictadura chavistocastrista ni ningún otro tipo de gobierno totalitario.

Chávez ha venido coartando las libertades mediante el terror y usando la formalidad de una democracia; mediante la cruz alcanzó el poder, en la que no cree. Su error está en despreciar este pueblo, pero este pueblo, como lo demuestra su historia, es generoso pero no olvida. Podrá jugar con los poderes y mover los hilos de sus marionetas, pero los venezolanos nos conocemos y sabemos quién es el criminal y quiénes las víctimas.

Puede tener la seguridad Hugo Chávez de que él y sus cómplices no escaparán a la justicia y no habrá escondrijo en el que puedan ocultarse. Tarde o temprano él y sus colaboradores irán a juicio. Un tribunal los espera. Y serán sus víctimas, desde el cielo, quienes entonces sonreirán.

El 11 de abril, señor Chávez, marca su vida y su destino, el fin de una buena vida que jamás mereció. ¡Prohibido olvidar!

Saúl Pérez Lozano Periodista venezolano, coordinador general editorial del Bloque DEARMAS.

© AIPE

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