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El verbo “exigir” es bien corriente y de significado clarísimo. El Diccionario es terminante. Exigir vale “pedir imperiosamente algo a lo que se tiene derecho”. La cuestión viscosa es que uno puede creer que tiene derecho cuando no es así. Por ejemplo, los dirigentes del PSOE repiten sin cansancio “exigimos al PP que pida a los diputados rebeldes del PSOE que devuelvan su acta”, es decir, que dimitan. Pero ¿realmente tiene derecho un partido a exigir de otro una cosa así? Yo creo que no. La manía de la continua exigencia empezó con la guerra de Iraq: “Exigimos al señor Aznar que deje de apoyar a los Estados Unidos”. Es dudoso que el PSOE tenga derecho a esa petición imperiosa. En general, el verbo “exigir” debería emplearse poco. El tono imperioso choca con los usos democráticos. Quien exige debe estar situado en una posición de superioridad. Los partidos políticos deben moverse en un régimen de igualdad. Pero, en fin, la moda del “exigir” se ha colado en la vida política y ahí la vamos a tener mucho tiempo.

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