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Sólo hay algo peor que la desvergüenza de la izquierda y es la estupidez de la derecha. Sólo hay algo más intolerable o, como gustan decir los políticos y periodistas afines, “impresentable” que el obsceno interés de Villarejo en convertirse en policía político-judicial para proteger a su partido de la corrupción que exuda por todos los poros, y eso es el afán de Michavila por conservar la Fiscalía Anticorrupción. Afán tan absurdo y tan idiota que ya ha previsto a otro izquierdista presuntamente vegetariano, un tal Salinas, para suceder a Villarejo, ese bochorno. Pero lo bochornoso es la Fiscalía de la Corrupción. El jefe estará más o menos a la altura de la institución, nada más.

La estupidez patológica de la derecha sólo nos permite una esperanza: que sea el PSOE el que pida el cierre del chiringuito de Villarejo, Castresana y demás cuadrilla. Y no es difícil: bastará que el Salinas o el Fox de turno avisen de que piensan investigar la trama interior del PSOE en Madrid para que se esfumen los propósitos averiguadores de los que ahora piden que Villarejo persiga esa “trama” que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid dice que no cabe perseguir por que no hay qué, ni cómo, ni por qué. Si los socialistas de todas las partidas, bandas y sectas creyeran que cualquier fiscal se proponía perseguir en serio la corrupción y no arrojar la del PSOE al PP, eran capaces de pedir la eliminación del Ministerio Fiscal y la amortización de la carrera como vestigio inclemente de un pasado execrable. Mientras sea lo que es, un monumento a la prevaricación, seguirán pidiendo peras al olmo. Como no es olmo, a lo mejor da peras.

En España

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