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EDITORIAL

¿Llegará Schroeder a Navidades?

A apenas un año de su reelección, Schroeder se enfrenta cara a cara con los resultados de su política económica durante los últimos cinco años: una tasa de paro del 10,4 por ciento y un crecimiento casi nulo. Y por si fuera poco, un déficit público superior al 4 por ciento y una deuda acumulada del 63 por ciento colocan a Alemania fuera de los requisitos del Pacto de Estabilidad del euro. Ante lo ineludible de las reformas –los tipos de interés han agotado prácticamente su margen de bajada, y Alemania tampoco puede incurrir en mayores déficit públicos, pues ya incumple los requisitos del Pacto de Estabilidad– parece ser que el canciller alemán ha tenido que hacer de la necesidad virtud, emprendiendo el camino de las reformas económicas. El pasado junio, Schroeder consiguió que su partido, el SPD, aprobara casi por unanimidad, tras una dura pugna, un programa de reformas sociales destinadas a abaratar los costes laborales y a recortar las prestaciones del Estado del bienestar, todo ello con el fin de devolver a Alemania la competitividad perdida.

Ese programa, denominado “Agenda 2010”, prevé reformas en la sanidad pública, en el mercado laboral y en el sistema de jubilaciones. En el ámbito laboral, destacan la facilitación del despido y la rebaja del periodo de prestación del subsidio de desempleo –de 18 a 32 meses–, así como el endurecimiento de las condiciones para percibirlo. En cuanto a las jubilaciones, se prevé la prolongación de la edad laboral efectiva hasta los 65 años, reduciéndose o eliminándose los incentivos a la prejubilación. Y también se contemplan recortes en las prestaciones sanitarias: por ejemplo, los pacientes deberán asumir el diez por ciento de los costes de las estancias en el hospital y de las visitas al médico. Aunque, como han señalado algunos economistas, quizá la magnitud de estos recortes en el Estado del bienestar alemán no sea suficiente para encarrilar de nuevo a Alemania en la senda del crecimiento económico, lo cierto es que todos apuntan en la dirección correcta.

Con dificultades dentro de su propio partido y con la oposición de sus socios de gobierno, los Verdes, Schroeder ha conseguido sacar adelante por los pelos la reforma de la sanidad con los votos favorables del CDU, la oposición conservadora. Sin embargo, los otros dos puntales de la Agenda 2010, la reforma del mercado laboral y del sistema de jubilaciones, suscitan una oposición aún mayor dentro del SPD, el partido de Schroeder. Por ello, el canciller ha querido vincular este lunes su continuidad al frente del gobierno a la aprobación de las reformas pendientes antes de Navidad –las cuales, inevitablemente, habrá de negociar con la oposición, que posee mayoría en el Bundesrat, la cámara de representación territorial– como una medida de presión hacia los diputados disidentes dentro de su partido en el Bundestag, así como a sus socios de gobierno, que se oponen a las reformas.

Schroeder se enfrenta, pues, a una difícil situación que recuerda a la de su predecesor socialdemócrata, Helmut Schmidt, quien fue apartado del cargo por una moción de censura que inauguró tres lustros de gobiernos conservadores. La impopularidad de las reformas, combinada con la mala situación económica, ha hecho derrumbarse su popularidad hasta el extremo de que las encuestas de intención de voto otorgan al CDU el cincuenta por ciento de los sufragios, que confirma el excelente resultado –62 por ciento– en las recientes elecciones de Baviera de los conservadores de la CSU –la versión bávara del CDU– liderada por Stoiber, su rival de las pasadas elecciones generales. Quizá el temor a este desenlace disipe las disidencias internas en el seno del SPD, e incluso hay quienes especulan con una gran coalición entre socialdemócratas y conservadores que apartaría a los Verdes del gobierno, posibilidad que se ha desmentido Schroeder. Sin embargo, lo cierto es que el líder del SPD depende de los conservadores para llevar a cabo sus reformas; y al mismo tiempo también depende de los Verdes para mantenerse en el cargo... No cabe duda de que Schroeder tendrá que emplearse a fondo en este último trimestre del año si no quiere verse obligado a cumplir su promesa de dimisión en Navidad.


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