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La Vanguardia nos acaba de administrar varios somníferos en forma de entregas del cara a cara entre M&M, o sea, Mas y Maragall. A la vista de las competencias sobre justicia y relaciones internacionales que sus formaciones reivindican (y de la alteración del concepto de soberanía en el caso de CiU), es obvio que contemplan una reforma constitucional.

En esta bonita tesitura, los padres de la Constitución, animados quizá por la sonrisa de Victoria Prego, se han puesto pedagógicos y nos han recordado que su obra no son los Diez Mandamientos. Menos mal. Gracias a ellos ahora todos sabemos que la norma suprema no se puede tocar sin pasar por ciertos procedimientos reforzados. O quizá lo que han querido decir es que sí se puede tocar pasando por ellos. Que no es lo mismo pero es igual, como diría Silvio Rodríguez.

Pues bien, el Título X de la Constitución Española establece que los proyectos de reforma habrán de ser aprobados por al menos tres quintos del Congreso y del Senado o, en cierto supuesto, por mayoría absoluta del Senado y dos tercios del Congreso. Si un décimo de los miembros de cualquier cámara lo solicita, será además preceptiva la ratificación por referéndum.

Cuando la reforma afecte a ciertas partes de la Constitución, como el Título Preliminar (donde está el art. 1º, párrafo 2: “La soberanía nacional reside en el pueblo español...”), se precisará dos tercios de cada cámara y comportará la disolución inmediata de las Cortes. Las nuevas cámaras habrán de ratificar la decisión, aprobar el nuevo texto por mayoría de dos tercios y, finalmente, la reforma se someterá a referéndum.

Por tanto, si alguien cree que puede reformarse la Constitución en el sentido que hoy se propone en Cataluña es que considera posible que se den las siguientes circunstancias: que el Partido Popular se reduzca a menos de un tercio de ambas cámaras, que el PSOE apoye la reforma sin fisuras y que el pueblo español diga amén. ¿Creen M&M que esto ocurrirá en los próximos años? Sólo en tal caso tendría sentido la que están liando con su debate de propuestas concretas, bases, documentos y legalismos. Creo que saben multiplicar y dividir, no los tengo por tontos. Todo lo contrario. Basta con calcular tres quintos o dos tercios de trescientos cincuenta para comprender que se pasan de listos. Y que sus cálculos son de otra especie.


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