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EDITORIAL

El PNV elige entre galgos y podencos

Vista la forma de algunos medios de comunicación de describir como contrapuestos los perfiles de los dos candidatos que competían a la presidencia del PNV, parece inagotable la candidez y el beneficio de la duda que todavía conservan y otorgan a ese partido algunos medios de comunicación cada vez que renueva cargos, ya sea al frente del Gobierno vasco o, como ahora, al frente del partido tras la “marcha” de Xavier Arzalluz. El mismo perfil “moderado, dialogante y dispuesto a establecer puentes con los constitucionalistas” con el que algunos han descrito al vencedor —por un solo voto— , Josu Jon Imaz, se decía de Ibarretxe cuando se hizo cargo de la presidencia del Gobierno vasco, y ahora su nombre lleva el plan de secesión y exclusión de los nacionalistas que más ha aproximado al PNV a sus objetivos fundacionales. Eso, por no recordar lo que se decía de Juan María Atutxa, que ha terminado imputado por un delito de desobediencia al negarse a disolver y dejar de financiar a los representantes políticos de ETA.
 
No negaremos que, a diferencia de Imaz, Egibar llevaba hasta en el rostro su complicidad con Otegí y que transmite la misma crispación de su protector Arzalluz y de los representantes de Batasuna. Sin embargo, el innegable aspecto amable y cordial de Josu Jon Imaz no debería hacernos olvidar que este dirigente —portavoz del Gobierno vasco— ha respaldado en todo la deriva ilegal en el que su partido se ha metido con tal de hacer realidad sus delirios fundacionales. Que el rostro no siempre es el espejo del alma lo pudimos volver a comprobar, salvando las distancias, al ver el de ese ángel —que resultó exterminador— de la etarra Iratxu Gallastegui Sodupe. La disposición de Imaz “a charlar amigablemente o de tomarse un café” con sus adversarios constitucionalistas tampoco debería hacernos olvidar que él quiere —como Egibar— que se financie a quien convertiría a tiros ese diálogo en un monólogo. Y ya está bien de frivolidades y de que, con la excusa del suaviter in modo, dejemos que se nos cuele un fortiter in re que tiene por objetivo la demolición de nuestro Estado de Derecho y de nuestra soberanía nacional.
 
La “marcha” de Xavier Arzalluz, por otra parte, está por ver en qué queda. Tampoco formalmente presidía el Gobierno vasco y, en realidad, no ha hecho otra cosa a través de su marioneta, Juan José Ibarretxe, quien a su vez ha respaldado la candidatura de Imaz. Arzalluz bien puede terminar de dirigir en la sombra el Euskadi Buru Batzar como ha hecho con el Gobierno vasco.
 
Por otra parte, aunque Imaz no fuera tan extremista como Egibar —como algunos no se cansan de contarnos— no hay que olvidar los riesgos que en el PNV asume quien no tiene fuera de la política otra fuente de vida a la hora de convertirse en lo que despectivamente llamaba Arzalluz un “michelin”. El PNV no los tiene y no les saldrá hasta que no pierdan poder y empiecen, de una vez, a soportar los costes de su delirio.
 
En todo caso —y si ya es patético que quedara alguna duda—, las declaraciones que Imaz ha hecho nada más ser nombrado nuevo presidente del PNV, ha sido honrar a Arzalluz y decir que su nombre quedará “escrito en letras de oro” en la historia de su partido y del nacionalismo vasco. Eso, y decir que su objetivo es trabajar para liderar el plan Ibarretxe. Le ha faltado ir de entrega floral a alguna estatua del fundador del partido. Mientras tanto, quedarán constitucionalistas preguntándose si Imaz es galgo o podenco...
 
 

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