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José Carlos Rodríguez

El precio de la lealtad

Hoy sale al mercado "The Price of Loyalty" (El precio de la lealtad), libro en el que Paul O’ Neill expone su visión de los dos años que pasó como primer Secretario del Tesoro de George W. Bush. En el propio volumen O'Neill afirma que el Gobierno del que formó parte pretendía derribar el régimen de Bagdad antes de los atentados del 11 de septiembre. ¿No muestra esto que George W. Bush no necesitaba un motivo para intentar acabar con el dictador, quizás movido por vengar el fracaso de su padre al dejarle en el poder?
 
Esa es la nueva crítica que contra su antiguo jefe han despertado sus declaraciones, pero carece totalmente de fundamento. La información que pretende revelar el ex secretario no tiene nada de nuevo, como ha puesto de manifiesto el Presidente Bush, al declarar que "La política declarada de mi Gobierno hacia Sadam Husein siempre fue muy clara. Al igual que el Gobierno anterior, estábamos en favor de un cambio de régimen". Daniel Rodríguez Herrera nos ha recordado que ya en la campaña electoral mostró ese propósito. Como declaró a la CBS el propio denunciante, "desde el comienzo existió la convicción de que Sadam Husein era una mala persona y que debía irse del poder", lo que parece chocar al personaje.
 
Recordemos que el motivo de la invasión de Irak por parte de las fuerzas aliadas no fue el 11 de septiembre, sino las resoluciones de la ONU que ordenaban al dictador a deshacerse de las armas de destrucción masiva. Fue su negativa a colaborar con los inspectores de las Naciones Unidas lo que dio lugar a la escalada diplomática de los aliados, y finalmente a la acción armada que ha dado con Sadam Husein entre barrotes. En realidad no hace falta recordarlo, porque ya se han encargado de hacerlo, con una insistencia encomiable, quienes más críticos han sido con la guerra contra el régimen de Husein. Largos meses han pasado desde la conclusión de los movimientos de tropas (que no de los enfrentamientos, ya puntuales) y no sabemos nada de las dichosas armas, nos decían. La suerte ha querido que las palabras de Paul O'Neill coincidan con el hallazgo por tropas danesas de un arsenal de armas químicas que contaban en su cargamento gas mostaza; de modo que la actualidad no está desautorizando la intervención militar en Irak, precisamente.
 
El ex secretario del Tesoro nunca encajó del todo en la Administración Bush. Sin relación con su primer equipo económico, difería de él en medidas tan importantes como las tarifas a la importación del acero o la rebaja de impuestos, lo que le llevó desde el comienzo a enfrentamientos con el coordinador de política económica del Presidente, Lawrence Lindsey, quien perdió su puesto el mismo día que su colega. Tras su salida compartió sus notas, su calendario (con más de 7.000 entradas) y 19.000 documentos con el periodista Ron Suskind, que ha elaborado el texto en colaboración con el protagonista. Un comportamiento sobre el que se ha abierto una investigación, y que despierta la curiosidad de cuál es, para Paul O'Neill, el precio de la lealtad.

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