El secretario de Relaciones Institucionales del PSOE, Javier Rojo, y el cabeza de lista por Álava, Ramón Jáuregui, han prometido sentarse a "dialogar", tras las elecciones generales, con el PNV y llevar a cabo "un giro" en sus relaciones con el gobierno de Ibarretxe. Las excusas que han dado ambos dirigentes socialistas para emprender ese "diálogo", que no es otra cosa que un eufemismo para referirse al acercamiento y la cesión a las posiciones nacionalistas, son el "distinto matiz" que ofrece el nuevo presidente del PNV, Josu Jon Imaz, respecto a su antecesor en el cargo, Xavier Arzalluz, y el hecho de que "ya no existe Batasuna" a raíz de su ilegalización.
Desde que el PNV decidió quitarse la careta y dirigirse abiertamente hacia sus objetivos independentistas fundacionales a través del Pacto de Estella -más recientemente conocido como Plan Ibarretxe-, ya no cabe aducir engaño por su parte. Son dirigentes socialistas, como han dejado de manifiesto Rojo o Jáuregui, quienes engañan sobre la actitud del nacionalismo vasco. El nuevo presidente del PNV no ha podido ser más claro al afirmar que su prioridad es sacar adelante el Plan Ibarretxe, como al destacar su compromiso de continuar impidiendo -al margen de la ley- la disolución de Batasuna y el fin de su financiación pública.
Si las patéticas excusas que da ahora Rojo para justificar el "giro" de su partido se descalifican a sí mismas, hay que advertir, sin embargo, que el acercamiento del PSOE al PNV se "cuece" ya con anterioridad a las últimas elecciones autonómicas del 2001 en las cocinas de Prisa y a cargo de Felipe González y Juan Luis Cebrián. Fue este último el que en un artículo en El País, un día después de celebrarse esas elecciones, publicó la sentencia contra el frente constitucionalista que habían fraguado el PP y el PSE de la mano de Mayor Oreja y Redondo Terreros. Zapatero no dudó en cumplir las órdenes de la empresa y decidió "entregar la cabeza" del hasta entonces secretario general de los socialistas vascos. Con esa decisión, Zapatero firmó también el inicio de la deriva, la dispersión y el galimatías que padece ahora su partido.
Aunque en el seno del PSE se oponen a ese giro algunos admirables dirigentes como Rosa Diez o Gotzone Mora, lo cierto es que desde que Patxi López se hizo cargo de la secretaría general, las violaciones del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo por parte de los socialistas han sido constantes. Si desde Madrid se gestó y se impuso ese "giro" que ahora Rojo nos presenta como novedad, hay que señalar que otras decisiones nacidas de la debilidad del liderazgo de Zapatero han contribuido a hacerlo inexorable. Hay que fijarse, sin ir más lejos, en el visto bueno que el PSOE ha dado en todo al pacto de Maragall con los independentistas catalanes. ¿Tiene lógica seguir haciendo una oposición frontal al Plan Ibarretxe cuando tu socio de gobierno en Cataluña lo señala como una meta deseable? ¿Es sostenible reprochar al lehendakari que esté dispuesto a violar la ley con una convocatoria de referéndum no autorizada por las Cortes Generales, cuando Zapatero respalda que Maragall haga eso mismo en Cataluña?

