Me parece estar de nuevo en la infancia. O en la adolescencia. O incluso en la juventud. En todas esas épocas de mi vida, el país tenía problemas con Bolivia, era gobernado por personajes de centro-izquierda como el presidente Ricardo Lagos, que no lograban, al igual que él, hacerlo crecer a más del tres o cuatro por ciento; que gastaban, tal como él, sumas crecientes en una salud pública insatisfactoria; donde, como hoy, costaba determinar el destino de ciertos dineros públicos (ahora se llaman "sobresueldos" o "jarrones"), el desempleo era alto, había déficit fiscal, el Ministerio de Educación procuraba controlar la enseñanza particular y la delincuencia iba en auge. Ahora hay tres diferencias, claro: en aquellas épocas teníamos alta inflación, la economía estaba cerrada al exterior y había más odiosidad política. Hoy no. ¿Gracias a quién? Al régimen innombrable, que entregó el manejo monetario a un Banco Central autónomo, rebajó los aranceles integrándonos al mundo, e instituyó una democracia estable, gracias al sistema binominal.
Pero, cualquiera que haya sido nuestro gobierno, nunca fue posible entenderse con Bolivia. Los bolivianos son difíciles y ni siquiera pueden entenderse entre ellos mismos. Por eso derrocan gobiernos a cada rato. Poco se obtiene con firmar tratados con ellos porque, o no los cumplen, como en 1874 (ésa fue la causa de la Guerra del Pacífico) o, tras haber recibido su parte en ellos, piden de vuelta lo que han dado a cambio, como viene sucediendo con el de 1904, que solucionó las diferencias territoriales entre ambas naciones. Probablemente, ahora nos ven más débiles.
Bajo los últimos gobiernos, el lema nacional dejó de ser el firme y tradicional Por la razón o la fuerza. El gobierno de la Concertación lo ha suprimido y ha sustituido nuestro escudo por un "cubo de Rubik" que ni siquiera sirve para el pasatiempo respectivo, porque los colores no calzan. Así, dan ganas de darle un mordisco a un país sin lema patrio y con un escudo de juguete. En todo caso, antes de existir yo y, luego, en mi infancia, en mi adolescencia, en mi juventud y en mi madurez hubo gobiernos chilenos que ofrecieron a Bolivia una salida al mar. "Salida por Tacna y Arica", en 1895; "Corredor boliviano", a fines de los 40, "Convenio de Charaña" en 1975. Pero ellos siempre estiraron la cuerda de más. Estoy seguro que en mi vejez volverá a suceder. He aprendido a vivir en problemas con Bolivia y en ellos espero morir. Y aunque la Concertación terminara entregándoles una salida al mar, los seguiríamos teniendo igual, porque está en su naturaleza tenerlos.
Hace unos meses me llamó una periodista de allá para recabar mi opinión acerca de la viabilidad del gasoducto por nuestro territorio. Me dijo que yo era el único opinante de derecha que había podido encontrar (lo cual no me extrañó) y me preguntó si a los chilenos nos interesaba el tema. Le respondí que, a lo menos a mí, para nada, pues siempre había estado cierto de que sus compatriotas no permitirían sacar el gas por Chile, aunque se perjudicaran enormemente, de modo que el asunto no formaba parte de mis preocupaciones. Así sucedió: los bolivianos impidieron sacar el gas por Chile, se perjudicaron enormemente (quienes lo iban a comprar se desistieron) y nos culparon a nosotros. Entonces derrocaron al gobierno de turno. Y el que lo sucedió hizo lo mismo que los anteriores: nos pidió una salida al mar. En eso estamos.
¿Novedad? Ninguna. La Bolivia de siempre. El Chile de siempre. A seguir viviendo.
¿Novedad? Ninguna. La Bolivia de siempre. El Chile de siempre. A seguir viviendo.