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Guillermo Rodríguez

Internet saca pecho

Los descuidos calculados surten efecto. Janet Jackson armó la marimorena por un quítame allá ese pecho no sólo en el mundo real, sino también en la Red. Lycos afirma que fue el momento –apenas dos segundos– más buscado en la historia de Internet, superando incluso al término “11 de septiembre”. El 20% de las búsquedas realizadas en otro gran buscador, Yahoo!, estuvieron relacionadas con el seno de la pequeña de los Jackson. Aparte de constatar la curiosidad de los internautas, el hecho clausura la época en la que uno tenía que excusarse por no haber visto la imagen de la que todo el mundo hablaba. Ya no más. Todo se puede ver, oír, leer. Internet es la tabla de salvación de los despistados.
 
 

 
Despistadas y/o perdidas andan también algunas compañías. Y es que el cobro por contenidos o servicios se está saliendo de madre. Si es cuestionable aplicar una cuota mensual por leer el periódico en Internet, más lo es que traten de hacernos pasar por caja por mandar correos electrónicos, o lo que es igual, comercializar el uso de los sellos digitales. Es una iniciativa que a priori no tiene muchos visos de prosperar, por mucho que la abanderen Microsoft y Yahoo!, las dos compañías con mayor número de abonados a sus servicios de webmail. En vez de trabajar en el desarrollo de filtros eficaces, toman el camino más sencillo: si cobro equis céntimos por mandar un e-mail, los spammers dejarán de cometer sus tropelías. Eso es darle la vuelta a la tortilla para inundar sus respectivas cuentas de resultados con más ingresos.
 
 
 

 
Porque ya lo escribió Quevedo hace 400 años: poderoso caballero es don dinero. Un ejemplo: a los accionistas no se les convence con palabras hueras, sino con dinero contante y sonante. Oracle lleva meses tratando de que fructifique su OPA hostil sobre PeopleSoft a base de millones y más millones de dólares. La compañía pilotada por Larry Ellison ha puesto encima de la mesa 9.400 millones de dólares, que se escribe pronto y se disfruta con pausa, como caramelo que confía se traguen los accionistas de PeopleSoft en la votación del próximo marzo. Su primera propuesta se cerró en 19,50 dólares por acción. Ahora se sitúa en los 26 dólares por título.
 
 
 

 
Vistas así las cosas, parece que muchos andan sobrados del vil metal. El londinense The Times recogió a comienzos de semana las palabras de Eric Schmidt, consejero delegado de Google, quien sostuvo que la anunciada salida a Bolsa del buscador no figuraba entre las prioridades de la compañía. A su juicio, la coyuntura económica no es la más propicia para lanzarse sin paracaídas en el parqué (¿qué esperan, que lluevan dólares?), más teniendo en cuenta que Google dispone de una liquidez excepcional. Y desconocida, ya que sus responsables jamás se han dignado a detallarla. Claro que la realidad no depende siempre del dinero que se posea, sino de la actitud de combate que se detecte en los rivales. Microsoft da sus últimos retoques a su nuevo buscador (ya disponible en su versión beta) y Yahoo! da esplendor al suyo, bastante limitado desde la aparición de Google. Demasiada competencia a corto plazo como para posponer las OPV. Que si, que no, parece finalmente que el buscador aceptará el reto, no vaya a ser que otros le hinquen el diente a la tarta que hasta ahora era casi toda suya.
 
 

 
La semana se cerró con el virus MyDoom (‘Mi Ruina’) dando sus últimos coletazos. Por el camino ha infectado más de un millón de ordenadores, tumbado la web de SCO y puesto en jaque a Microsoft, que se salvó por los pelos de un ataque vírico de incalculables consecuencias. Mientras los afectados tratan de descubrir al autor de tamaño desaguisado, fijando una recompensa para alentar los chivatazos, uno prefiere ir contracorriente al plantear ciertas preguntas. Si este virus, como casi todos, afecta fundamentalmente a los usuarios de los sistemas operativos de Microsoft (95, 98, 2000, NT, ME y XP), ¿por qué no utilizar otros? Supongo que si el 90 por ciento de los robos se cometiera en una determinada calle, nadie sería tan iluso de poner un pie en ella. No es sólo una forma de evitar contagios. Es, sobre todo, una cuestión de aplicar el sentido común.

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