El candidato del PSOE ha dedicado este martes varias horas ante el Colegio de Economistas para dar a conocer de forma solemne su último programa económico de gobierno. Debemos, por fin, considerarlo como el definitivo, ya que Zapatero ha asegurado que tiene “el aval de 200 expertos economistas y es el resultado de seis meses de trabajo inmenso”.
Los profesores –políticamente independientes– que han dado clases de economía al candidato socialista pueden estar –estos sí– más que satisfechos de su labor: el candidato, al margen de que supiera lo que estaba diciendo, lo ha hecho de forma convincente y además, recetando, salvo alguna rareza, una espléndida política económica. Quizá le podrían haber corregido algo el tono –excesivamente perspicaz– con el que el candidato aseguraba que los presupuestos deben ser, antes que nada, el resultado de una correcta “evaluación de ingresos y gastos”; pero, por lo demás, la pronunciada el martes por Zapatero es una espléndida receta económica que sólo tiene una pega: ha sido la que, en líneas generales, ha practicado el Gobierno del PP.
Bien es cierto que dos de los tres calificativos que ha utilizado Zapatero en su brevísima referencia a la política económica de Aznar en estos años ha sido la de “escasa y agotada”, por lo que pudiéramos pensar que Zapatero, como en su día Blair, no rechaza sino que asume y quiere llevar más lejos todavía la política de su antecesor. Nos tememos, sin embargo, que a Zapatero ya se le ha adelantado Rajoy cuando este último se comprometió hace unos meses a “desarrollar y profundizar” la exitosa política liberalizadora y reformista del PP.
En cualquier caso, está muy bien que, también desde la oposición, se practique un discurso tan antisocialista y liberal como el practicado este martes por Zapatero. Ha sido magnífica su crítica “al intervencionismo económico o la burocracia”. ¿Y qué decir de la espléndida defensa –digna del mismísimo Rato– del “mantenimiento del orden presupuestario con la vista puesta en el déficit cero” y utilizar, nada menos que “criterios de productividad” —sí, han leído bien— “para la elaboración de planes presupuestarios”? Esto sólo se atrevían a decirlo hace unos años los manuales de Eficiencia para la Administración y Gestión Pública de la ultraliberal Escuela de Chicago.
No se crean, que la cosa no queda ahí. Zapatero con sus 200 expertos —entre los que deben figurar, además de simpatizantes nada “centristas” del PP, el mismísimo Milton Friedman— ha dicho que “revisará los contratos públicos y cancelará los que no alcancen los objetivos fijados”. Ya ven, qué maravilla: la continuidad de los contratos públicos condicionada al logro de los objetivos fijados.
Si Zapatero sabe en realidad lo que está diciendo ahora, ¿qué importancia tiene que en el pasado dejara en evidencia sus problemillas de confusión entre regresividad y progresividad fiscal o que creyera que el equibilibrio presupuestario era algo distinto al déficit cero? Hay maledicentes que llegan incluso a mentir al asegurar que los verdaderos quebraderos de cabeza no se los han provocado a Zapatero ni Rovira, ni Ibarra, ni Bono ni Maragall, sino los expertos que se han empeñado en que aprenda economía. En cualquier caso, ha merecido la pena.
Como ha puesto de relieve Zapatero: "¿con quién ha contado y con quién ha debatido el PP?" En el PSOE, por el contrario, acaba de nacer, con la ayuda de 200 expertas comadronas y tras seis meses de parto, un nuevo Erhard.

