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Encarna Jiménez

¿Qué hacer con TVE?

El cambio tranquilo que ha prometido Zapatero no parece que vaya a serlo tanto, sobre todo en todos aquellos organismos e instituciones que dependen del Gobierno en materia de comunicación. Aunque a Urdaci, señalado como enemigo del PSOE, se le haya permitido que acudiera a su mesa al día siguiente de las elecciones, no tardará mucho tiempo en ser relevado. Sin embargo, mientras esté el Director General de RTVE, aunque sea en funciones, habrá que ver la manera de propiciar el cambio sin que las caceroladas  sustituyan a los métodos clásicos y más civilizados de eliminación de los elementos molestos y su sustitución por los afines.
 
Hasta ahora, el jefe de informativos ha aguantado los palos que en otras ocasiones le caían al jefe de TVE, pero en la última legislatura pocos hablaban de Sánchez y Urdaci se convertía en el blanco de todas las bofetadas. La inesperada victoria de Zapatero pilla al Partido Socialista sin una alternativa clara en la dirección del Ente, aunque, a lo mejor, le puede servir la idea atribuida a Rajoy de poner a José Manuel Lorenzo.
 
Hasta el momento, el único indicio de cambio es el nombramiento de un Director General de manera provisional hasta que en el Congreso se debata sobre las reformas y el control de la televisión pública. Nada se ha dicho sobre la barbaridad de las cuentas de RTVE, y todo apunta a que, una vez más, ni se acabará con la sangría económica, ni con el control de un medio de tanta influencia y tan fácil manipulación.
 
El comité asesor que congregó Zapatero antes de las elecciones, formado por Emilio Lledó, Fernando Savater, Enrique Bustamante y Victoria Camps, más las aportaciones que pueda hacer Carmen Alborch, que presidió la comisión de RTVE en el Congreso en los últimos años, tendrá que presentar su informe en un tiempo prudencial para que pueda escenificarse el cambio. Sin embargo, la realidad audiovisual es tan endiablada que, probablemente, asistiremos a una ración de lo que suele ser habitual en la política de comunicación de los organismos públicos. Todas las cadenas públicas, incluidas las autonómicas de cualquier signo político, presentan un balance nada ejemplar. Con estos antecedentes, sólo cabe pensar que, además de hacerle vudú a Urdaci, no manera sensata de reconducir un verdadero monstruo engordado por los gobiernos de turno. 

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