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Antonio José Chinchetru

Las formas importan

Al margen de que su gestión distara mucho de ser acertada, si hay algo que fue clave para hacer el Ministerio de Ciencia y Tecnología uno de los más impopulares del Gobierno de Aznar fueron las formas mostradas por sus responsables. Esto es especialmente cierto si nos referimos a las etapas de los dos ministros catalanes, Anna Birulés y Josep Piqué. Ambos, así como sus colaboradores directos en el terreno de la Sociedad de la Información, se destacaron por una política comunicativa fundamentada en ningunear e incluso ofender a los directamente afectados por sus decisiones.
 
José Montilla, como ministro, y Francisco Ros, como máximo responsable de Sociedad de la Información (no sólo de Telecomunicaciones) no han comenzado mucho mejor. Si hace unos meses se ofendía con lo que se decía, ahora se hace con lo que no se dice. La votación de la propuesta de directiva sobre patentes de software ha generado un movimiento ciudadano sin precedentes en el ámbito de las nuevas tecnologías. En España se han recogido 25.000 firmas contra el proyecto, una cifra sorprendentemente alta si se tiene en cuenta que se trata de una cuestión muy técnica.
 
Los afectados, entre los que destacan miles de desarrolladores y usuarios de software libre pedían una decisión como la que se ha tomado, pero también querían saber qué iba a ocurrir. El Ministerio de Industria ha estado cinco días dando largas, optando por una única respuesta que daba por hecho que los ciudadanos interesados en la cuestión no saben informarse. El departamento de Montilla se ha limitado, hasta el último momento, a prometer una "coherencia" imposible. No se puede ser coherente con lo que no existe. Remitirse a lo contenido en un programa electoral en el que no se cita la cuestión tratada es no decir nada.
 
Las forma sí importan. Cuando no se cuidan y se opta por el silencio ante la demanda de la información la duda es totalmente legítima. Montilla ha acertado tomado la decisión correcta al optar por oponerse a las patentes de software. Puede que lo haya hecho debido a que miles de personas (casi todas las interesadas en la cuestión) se lo demandaban. Sin embargo, ha informado sobre esta posición después de que se supiera que Alemania y, posiblemente, Francia habían adoptado la misma.
 
Cuestión de talante, ¿pero con quién? ¿Con los ciudadanos españoles o con el Eje París-Berlín?

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