Marruecos no ha tenido hasta la fecha suerte con el petróleo, pero sí con el vecino del piso de arriba; especialmente con una concejala socialista que, aunque juegue a ser ministra de Exteriores, oficia de lo suyo en el Consistorio de la capital. A juicio de Jiménez, de la concejala Jiménez, poner mala cara por las prospecciones petrolíferas que Marruecos ha iniciado en aguas jurisdiccionales españolas es especular sin sentido y “abrir elementos de conflicto”. Se puede decir más alto pero no más claro.
La historia de amor de ciertos dirigentes socialistas con el reino alauí viene, sin embargo, de lejos. En diciembre de 2001, ayer por la tarde, el hoy presidente del Gobierno realizó un viaje cargado de buenas intenciones y obsequiosidad al rey de Marruecos, el entonces recién coronado Mohamed VI. Entre las notas de viaje quedó en nuestra retina aquella inolvidable fotografía, que ilustró la portada de La Vanguardia, con Zapatero rendido a los encantos del monarca que, sin complejos, lucía en su despacho un mapa de Marruecos que incluía las Islas Canarias, Ceuta, Melilla y, obviamente, el islote Perejil dentro de las fronteras del reino. No sirvió de nada el revuelo, a Trinidad, a la concejala Jiménez, todo lo que se le ocurrió decir al respecto que Aznar no había aprovechado la visita de Zapatero para sentar las bases de una buena relación. Es de suponer, siguiendo la lógica socialista, que para sentar esas bases Madrid debía empezar regalando a Rabat el archipiélago canario y las plazas norteafricanas.
Al viaje prodigioso por la nueva geografía política marroquí le sucedieron unos cuantos de Felipe González, todos bienaventurados y encumbrados por el diálogo y la buena sintonía. Y de pronto llegó el apagón. Sin mediar declaración de intenciones previa un puñado de soldados marroquíes ocupó un islote próximo a Ceuta que forma parte de España desde mucho antes de que el reino de Marruecos siquiera se aproximase a una vaga noción de Estado. Jiménez calló y habló Bono. En una entrevista concedida a la cadena COPE hace exactamente dos años el hoy Ministro de Defensa expresó su deseo de que “nadie vuelva a llamar hermano a Marruecos”. Nadie menos Felipe González, por sus privilegiadas amistades rifeñas. Nadie menos Trinidad Jiménez, por sus pinitos diplomáticos con el “hermano” del otro lado del estrecho.
La de hoy, la de las prospecciones petrolíferas, vendría a inscribirse dentro de la línea maestra que el PSOE diseñó hace tiempo en lo relativo a las relaciones con Marruecos. En septiembre de 2002 Zapateró aseguró que él llevaría mejor las relaciones bilaterales y que, por tanto, en lo tocante a la inmigración “irían mejor” y habría “más diálogo y cooperación”. La avalancha de pateras del fin de semana pasado es toda la mejoría que hemos logrado con el giro diplomático, y la búsqueda de petróleo es todo lo que da de sí la cooperación con los capitostes del régimen marroquí. Eso sí, diálogo a raudales. De besugos.
Es curioso sin embargo que, en apenas cuatro días, la serpiente veraniega se haya transformado en la serpiente marroquí. Primero vino lo de las tropas conjuntas a Haití, para estropearse acto seguido por la llegada de masiva de pateras –que se dejaron más de veinte vidas en el mar– y por las prospecciones petrolíferas en las cercanías de nuestras costas. Marruecos, a pesar de haberlo buscado al norte y al sur, al este y al oeste, nunca ha dado con el preciado oro negro que haría aún más ricos a sus ya millonarios ministros y hombres del régimen. En 2000 creyó haberlo encontrado en el área de Talsint y se quedó en nada. Dos años más tarde contrató a dos empresas –entre las que se encontraba la francesa Total Fina Elf– para que lo buscasen en el Sahara Occidental. La ONU tuvo que pararle los pies a través de un dictamen que Mohamed VI, con indiferencia regia, ignoró totalmente. Esto del petróleo es para el hijo lo que fue para el padre la marcha sobre el Sahara Español, un motivo recurrente para mantener encandilado y en la inopia a los marroquíes que aun no se han embarcado en la patera.

