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EDITORIAL

El ejemplo australiano

Australia no ha regateado ni un soldado, ni un argumento en la lucha contra el terror que occidente libra a tumba abierta desde el 11 de septiembre de 2001

Por cuarta vez consecutiva John Howard, el candidato de la Coalición Liberal, ha conseguido el favor de los votantes australianos. El partido de centro-derecha, que lleva más de una década al frente del Gobierno, no ha apreciado el desgaste propio del poder y ha ensanchado su diferencia con los socialdemócratas del Partido Laborista. En total, 76 escaños de los liberales frente a 47 de los socialistas. Un varapalo de tal calibre que el líder laborista, Mark Latham, tras felicitar por teléfono a su oponente, se ha despedido de sus votantes con un lacónico, “muchas gracias y hasta pronto”.
 
Premiar de este modo a un Gobierno después de tres legislaturas de poltrona desafía todos los manuales de ciencia política. ¿Cuál es el secreto de esa coalición formada por conservadores y liberales? La sensatez. Ni más ni menos. De ella se desprende el auge económico australiano de los últimos años y la prosperidad que el gran país del sur ha creado a pesar del entorno económicamente hostil de la región del Pacífico. El Gobierno presidido por Howard ha desarrollado un modelo equilibrado, fundamentado en la libre empresa, el respeto a la Ley y el compromiso firme con los valores occidentales.
 
De lo primero el australiano medio se ha beneficiado ampliamente. Australia ha mantenido cifras de crecimiento espectaculares en el último lustro. En 2003 la economía australiana creció un 4,1%, y para este ejercicio los especialistas auguran que mantenga la tendencia creciendo muy por encima de otros países de la OCDE, y a años luz de las grandes economías de la Europa continental, borrachas de estatalismo y ahítas de regulaciones a la francesa. Otros índices, como el de desempleo, son asimismo un modelo de referencia. De cada 100 australianos en edad de trabajar sólo 5 están en paro. Un paraíso para los esclerotizados mercados laborales de la vieja Europa que, cada vez con más frecuencia, miden la tasa de paro con cifras de dos dígitos.
 
El otro pilar sobre el que se ha basado el exitoso Gobierno de Howard es la acertada política internacional que ha diseñado desde su Foreign Office. El Gobierno australiano se ha alineado sin fisuras con la defensa de occidente y la guerra sin cuartel contra el terrorismo y los países que lo alientan. Ya en el pasado los australianos dieron muestra de su empeño a favor de la causa de la libertad luchando en la guerra mundial contra las potencias del eje. La tradición se ha mantenido y el relevo lo han cogido los nietos de aquellos que se dejaron la piel combatiendo a los japoneses en las islas del Pacífico. El premier australiano ha remarcado con motivo de la jornada electoral que las elecciones australianas coincidían con las que se estaban celebrando en Afganistán, un lejano país del centro de Asia que hasta hace tres años vivía bajo el yugo medieval e infrahumano de los talibanes.
 
"Estos comicios han sido posibles gracias a que muchos países, entre ellos Australia, estuvieron dispuestos a alzarse en favor de la democracia y en contra del terrorismo", ha asegurado Howard estableciendo un vínculo entre ambas convocatorias. Sólo desde la creencia firme pueden ser defendidas las ideas de democracia y libertad. Australia no ha regateado ni un soldado, ni un argumento en la lucha contra el terror que occidente libra a tumba abierta desde el 11 de septiembre de 2001. Los australianos lo han entendido a la perfección y han votado en consecuencia, de hecho, una de las promesas estrella de la oposición era retirar las tropas de Irak antes de Navidad. Pusilanimidad que al candidato laborista le ha costado un batacazo considerable e inesperado.
 
Los soldados australianos seguirán batiéndose por la libertad de los iraquíes y de los afganos. Su Gobierno entretanto podrá seguir recordando al nuestro el inmenso error de ceder al chantaje terrorista. Hace unos meses el ministro de Exteriores, Alexander Downer, reprobó la nueva estrategia de Zapatero ofreciendo la única receta válida contra el terrorismo: “Tienes que hacer frente a esta gente; si no les harás más fuertes”. Nuestro Gobierno se ha decantado por no hacer frente a nadie, ni siquiera a los que inundaron Madrid de muerte y oprobio el 11 de marzo. 
 
Australia, el gigante del sur cuyas costas fueron oteadas por vez primera por el español Vaez de Torres hace 400 años, ha dado un ejemplo reafirmándose por la defensa de unos valores que compartimos y de los que nos sentimos orgullosos. Se ha merecido el título, aunque sea por un día, de ser la tierra de los hombres libres y el hogar de los valientes.

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