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Juan Carlos Girauta

El bromazo

Lo que uno no se esperaba es el bromazo que un diario viene gastándonos al simular que unos corresponsales en Estados Unidos envían crónicas de verdad

En este país de paradojas, a la reacción se la conoce como "progresismo" por inercia y por pereza mental. Con cuatro rudimentos aprendidos a toda prisa durante sus inacabadas carreras, los componentes más conspicuos de este vasto movimiento, no por ágrafo menos pedagógico, alimentaron a los suyos durante el aznarato con programas de humor televisivo y radiofónico que daban una pena tremenda y con comedias cinematográficas que, salvo la risa, producían todo tipo de efectos, de la vergüenza ajena a la depresión. Sin embargo, los productos serios eran la monda, así el Informe Semanal que le propinaban en la espinilla cada sábado al gobierno unos empleados públicos. La izquierda entera es, de hecho, un inmenso club de la comedia, fenómeno que ha alcanzado su merecido reconocimiento al erigirse los más tristes chistosos de la subvención en equipo estratégico de Rodríguez, por cuyas cejas sabemos que está siempre de buen humor.
 
Lo que uno no se esperaba es el bromazo que un diario viene gastándonos al simular que unos corresponsales en Estados Unidos envían crónicas de verdad. Como el público tarda en comprender la auténtica naturaleza de su jocosa iniciativa, que podría acabar el veintiocho de diciembre con un "inocentes" a toda plana, van subiendo el tono del absurdo para que los más avispados descubran el juego. ¡No será porque no hayan dado pistas! Un día se compadecen de la pobreza de Norteamérica, y te imaginas legiones de miserables harapientos con hatillos y largas colas de estadounidenses esperando la sopa boba: qué pena de país, con lo que prometía.
 
Otro día, inspirados, nos explican que Bush va a impedir que los negros voten. Por negros. Y luego cuelan algunas mentiras ya reconocidas como tal por importantes medios americanos. Mentiras que llevaron a un pez gordo a perder el cargo y que tenían que ver con enchufes y ventajas del presidente americano en el ejército. Pero ni por esas.
 
A todo esto, por acumulación, han logrado una espectacular caricatura: un borracho fundamentalista que reza compulsivamente, analfabeto funcional e incapaz de decir una frase sin meter la pata, tras usar los enchufes de su padre para escaquearse del ejército y hacer negocios turbios con Ben Laden, da un pucherazo en Florida con la ayuda de su hermano y se alza con la presidencia de los Estados Unidos. Cuando caen las Torres Gemelas no puede reaccionar en el primer momento porque es un tonto de capirote, aunque esto se compagina con insinuaciones de complicidad objetiva. Luego, sin ningún motivo, monta una guerra ilegal para matar niños en Asia, para lo cual cuenta con la ayuda del crudelísimo Aznar. Por fin, para repetir mandato, se propone dejar sin voto a las minorías y falsear de nuevo los resultados. Como no piensa, en los debates se lo dictan todo a través de un dispositivo escondido en la chaqueta. El protagonista de la comedia puede salirse con la suya porque su país es un lugar atrasadísimo, lleno de creacionistas con pistola que siguen usando medidas decimonónicas.
 
Ja, ja, ja.

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