A qué grado de degradante insensibilización no habrá llegado la sociedad española, por culpa de sus medios de comunicación y de su clase política, como para que una formación independentista, cuyo dirigente se ha jactado de pedir por escrito a ETA que mate fuera de Cataluña porque Cataluña no es España, y que se ha reunido personalmente con la dirección de la banda para juntos “profundizar en la crisis y el resquebrajamiento del Estado”, sea, a su vez, el principal socio de Gobierno de quien “dirige” nuestro país.
La entrevista de Perpignan, a la que vuelve a hacer referencia la organización terrorista en su último Zutabe, hubiera merecido, en cualquier país civilizado, que Carod-Rovira, como mínimo, fuera a declarar ante la Justicia para informar puntualmente de lo hablado, para inmediatamente pasar a ser tratado como un apestado político a lo Jean Marie Le Pen por el resto de las formaciones políticas. Pero aquí no. Aquí, se le honra y se le eleva al rango de principal apoyo del Gobierno de la nación, para deleite de todos los independentistas, sean o no terroristas.
Se dirá que este asunto ya es algo conocido, que no merece dedicarle mayor atención. De hecho, seremos, probablemente, el único diario que le dedique hoy un editorial, tal vez incluso el único en llevarlo en portada. Y, ciertamente, vista la actitud del principal partido de la oposición ante este gravísimo baldón de nuestra democracia, parecería que es agua pasada que ya no debe ser agitada. Hasta tal punto la oposición popular “liderada” por Rajoy vive bajo el síndrome de Estocolmo de la propaganda de su adversario, que parece haber renunciado definitivamente a volverle a causar al PSOE el más mínimo coste político por este asunto. En este, como en tantos otros...
El PSOE, a la vista está, no tiene, por su parte, el menor reparo en “crispar” día sí y día también con asuntos del pasado, tales como el Prestige o el accidente del Yakolev, pero el PP se niega a sí mismo, sin embargo, el recordar asuntos de infinita mayor gravedad política y moral, y que mantienen su infame vigencia en el panorama político español.
Dijimos en su día, parafraseando a Julián Marías, que una “estimación tibia ante lo que merece entusiasmo es un error; un débil desagrado o mohín de displicencia ante lo repugnante es una cobardía”. Y ahí seguimos. Instalados en el “centro”, en el centro del error y en el centro de la cobardía.

