Hace poco más de tres años, horas después del mayor atentado terrorista de la historia, un diario español cuyo nombre no viene al caso tuvo la indecencia de llevar por titular de portada aquello de “El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush”. El mundo, entonces, no estaba en vilo, sino horrorizado por una destrucción gratuita y carente de sentido que se había cebado sobre miles de inocentes. El pasado jueves, cuando ya era segura la victoria del candidato republicano, bien podría haber ese diario reeditado el canallesco titular del 12 de septiembre de 2001 aunque, esta vez, sustituyendo al mundo por nuestro presidente de Gobierno.
Los flirteos de Rodríguez Zapatero con el oponente de Bush a la Casa Blanca primero, y el ninguneo sistemático a los norteamericanos en los últimos meses son motivo suficiente para que un triunfante George Bush tenga en vilo al inquilino del Palacio de la Moncloa. En cierto modo, y aun a sabiendas que los desvaríos de ZP afectan a todos los españoles, el presidente del Gobierno se tiene más que merecido el desdén y la indiferencia de un reelecto Bush que, desde esta misma semana, siente que le acompañan 59 millones de razones que le legitiman más que nunca.
La comparecencia de Zapatero ante los medios nada más saberse que la Casa Blanca daba por segura la victoria republicana lo decía todo. Frío, atónito y con la incredulidad brillando en sus ojos. La sempiterna sonrisa del talante, al menos para aquel sufrido trance, se la había dejado olvidada en alguno de los cajones de la mesa del despacho. Y no es para menos. Las declaraciones, cuando menos inoportunas, de nuestro presidente se han sucedido a lo largo del año en una letanía de oportunismo bobo y poca vista política. La hemeroteca, siempre tan traicionera para los que hablan demasiado, está ahí para quien quiera repasarla.
Un día después de las elecciones del 14 de marzo, crecido como estaba por su inesperada victoria, aseguró al International Herald Tribune que “nos alineamos con Kerry. Y nuestra alianza será por la paz, contra la guerra: no más muertes por petróleo. Y por el diálogo entre el Gobierno de España y la nueva administración Kerry”. Al diario británico The Guardian le confesó que creía que “Kerry va a ganar. De hecho, quiero que Kerry gane”. El apoyo explícito por el candidato demócrata no lo dejó para medios extranjeros, en plena campaña electoral española, a principios del mes de marzo, en una entrevista concedida al diario El Mundo un ZP que, con las encuestas en la mano, se veía calentando escaño de oposición durante cuatro años, dijo que si ganaba las elecciones acudiría a Norteamérica “para apoyar al candidato demócrata”.
A su confianza ciega en la victoria de John Kerry le sucedió la retirada por sorpresa del reducido contingente español en Irak y la petición –cursada desde Túnez- a los países de la alianza para que hiciesen lo propio y dejasen a los Estados Unidos en la estacada. El desfile de la Hispanidad fue otra ocasión de oro para que Zapatero diese rienda suelta a un antiamericanismo tan visceral como impropio en un jefe de Gobierno. A través de su ministro de Defensa impidió que un marine desfilase, como en años precedentes, por el paseo de la Castellana escudándose en que “España no está de rodillas ante los Estados Unidos”. Más bananero imposible.
En todo este tiempo la embajada norteamericana en Madrid ha tenido que soportar como el mismo Jefe del Estado Mayor de la Defensa decía que “España da mucho y recibe poco de los Estados Unidos”, o como el cabeza de lista del PSOE en las elecciones europeas, Josep Borrell, motejaba a George Bush de “Terminator de Washington”. ¿Alguien da más?

