Conviene no confundir la velocidad con el tocino y el trasero con las cuatro témporas. Conviene no confundir tampoco al Rey con el ministro de Asuntos Exteriores o el presidente del Gobierno. Ya tienen ambos sus funciones suficientemente definidas aunque las cumplan rematadamente mal. Conviene no endiñarle al soberano competencias que no le corresponden y para las que ni está preparado ni falta que hace.
En las últimas horas algunos hablan y no paran del grandioso gesto de Bush y familia invitando a su rancho tejano a los Reyes para que prueben el tradicional pavo con puré del Día de Acción de Gracias. Oh, los Reyes, siempre sacando las castañas del fuego a estos políticos incompetentes, maúllan tales gentes de espíritu cortesano y sentido común desviado. Dijérase que tras el ágape, los graves problemas que atraviesan las relaciones hispano-norteamericanas, se han esfumado. No hay crisis que resista al puré de patatas.
Error, inmenso error. Ni a Bush se le olvidará la estampida de nuestras tropas en Irak, ni los consejos de Zapatero a los países de la coalición para que hagan lo mismo. Es difícil también que se olvide de la nueva política española hacia Cuba o de los abrazos y carcajadas con el comandante Chávez en Madrid. Son imágenes imperecederas, gestos inolvidables que lastrarán las relaciones hispano-norteamericanas en los próximos meses y años. Ni los Reyes lograrán anularlas ni Zapatero y Moratinos se merecen tanta solicitud. Que cada palo aguante su vela y la vela es de envergadura.