Las bombas que ETA ha hecho estallar de forma prácticamente sincronizada nada menos que en siete ciudades españolas, constituyen un mensaje en toda regla al Gobierno de la nación, para que este no crea que el innegable debilitamiento que a los terroristas les ha producido el acoso policial, legal y político de estos años le impide perpetrar más atentados. Matar, ciertamente, es fácil y, no nos engañemos, sin necesidad incluso de tener que añadir mayor cantidad de explosivo, a ETA le hubiera bastado con no avisar previamente de la colocación de sus artefactos para sembrar de cadáveres y poner de luto a España el Día de la Constitución.
Téngase en cuenta además, tal y como destacó Libertad Digital, que en mayo se produjeron en el sur de Francia sendos robos de nitrato amónico, —de 500 y 700 kilogramos cada uno—, un material explosivo que fue y ha vuelto a ser este viernes utilizado por ETA y que, de confirmarse la autoría etarra del robo, le permitiría a los terroristas la fabricación de bombas de un enorme potencial destructivo.
Si ETA ha vuelto a aparecer —por esta vez— con un simple pero no menos infame aviso a navegantes, es por su voluntad de advertirnos a todos que sigue ahí y que no va a desaparecer si no se le concede el precio político que desde hace años viene exigiendo por hacerlo. Antes de que se conociera el Zutabe de abril en el que los terroristas vascos celebraban “cómo el Gobierno del PP tuvo que actuar a la defensiva a las puertas de las elecciones” —algo, desgraciadamente, que no es “mérito” exclusivo de los autores del 11-M, dicho sea de paso—, la banda terrorista hizo un comunicado oficial en el que, además de elogiar la retirada de las tropas de Irak, también pedía a Rodríguez Zapatero “gestos fuertes y valientes para con Euskal Herria”. Si en aquel mismo comunicado de marzo, ETA mostraba al nuevo Gobierno su “absoluta disposición a lograr la solución por medio del diálogo”, no es aventurado pensar que los terroristas quieran dar ahora una imagen de que aquella disposición al chantaje, que ellos llaman “diálogo”, nazca de ninguna debilidad operativa.
Si desgraciadamente, los terroristas islámicos tuvieron la satisfacción política de ver retirarse las tropas españolas de Irak tras la masacre del 11-M, afortunadamente y en el caso del terrorismo independentista vasco, a los españoles no les han inculcado sus medios de comunicación la idea de que se puede transferir al Gobierno las responsabilidades políticas de una matanza perpetrada por la “resistencia vasca”; Afortunadamente, hay ahora además una oposición de la que el Gobierno sólo puede esperar apoyo y solidaridad con independencia de la autoría de cualquier asesinato.
ETA, por su parte, podrá preguntarse ahora ¿qué hay de lo mío? Pero la respuesta del Gobierno debe seguir siendo la misma que ha hecho este lunes su ministro del Interior, y que no es otra que la de “perder toda esperanza”. No sabemos si fue este el mensaje que Carod Rovira diera a los terroristas vascos cuando en Perpiñan se plantearon juntos —en afirmación de ETA, no desmentida por el socio independentista de ZP— “profundizar en la crisis del Estado español”. Sin embargo, los etarras no deben esperar del nuevo Gobierno fruto alguno, tanto en el caso de que decidan no sacudir el árbol, como si se deciden a hacerlo con la misma salvaje intensidad que lo hicieron los autores del 11-M.

