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Verdades del poder

En el cálculo de Aznar, el "poder blando" europeo por sí sólo, ya no de la mano con el poder militar americano, no será suficiente para mantener y menos aun aumentar la influencia global de Europa

Peter Brookes

Ha pasado casi un año desde que los votantes españoles rechazaron al sucesor escogido por el presidente José María Aznar. Aznar había cultivado una cálida relación con el presidente Bush y aportado tropas a Irak; España fue a votar sólo días después de un despiadado ataque terrorista.
 
Pero Aznar no se arrepiente de su política o del poder dominante de Estados Unidos en el mundo. Por lo contrario, en una reciente visita a Nueva York, Aznar dijo que él ve el poder americano más importante que nunca y más si tomamos en consideración la agenda de asuntos exteriores aislacionista y "blanda" que está siendo impuesta por las potencias dominantes de Europa: Francia y Alemania.
 
Aznar sigue oponiéndose al progresismo reinante de Europa. En realidad, cree que es Europa quien necesita de Estados Unidos ahora más que nunca y no al revés. Su posición es estimulante, si bien no sorprendente.
 
Este viernes hará un año que operativos de Al-Qaeda atacaron brutalmente los trenes de cercanías de Madrid con 10 bombas, matando a 192 personas. Los ataques dejaron al mundo atónito... y sólo unos días después el gobierno popular de centro-derecha de Aznar fue derrotado en las elecciones nacionales.
 
El sucesor de Aznar, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, rápidamente retiró las 1.300 soldados de Irak, enfrió sus relaciones con Washington y redujo el alto perfil internacional de Madrid.
 
Por su parte, Al-Qaeda podía reivindicar una pequeña pero significativa serie de victorias: Rompió la coalición iraquí, ayudó a que el gobierno pro-americano de Aznar perdiese el poder e hizo más profunda la enemistad transatlántica ya en curso.
 
Pero, como superviviente de un ataque terrorista a manos de la vasca ETA en 1995, Aznar no es de los que se ablanda ante el terrorismo. En realidad hoy parece estar más convencido que nunca de la importancia del vínculo trasatlántico y del papel de Estados Unidos en el mundo.
 
Y por una buena razón: Una serie de potencias europeas ahora minimizan la necesidad del "poder duro" del ejército y mientras tanto exageran la eficacia del "poder blando" de la diplomacia y la economía para resolver los desafíos globales tal como el programa de armas nucleares de Irán.
 
Los decrecientes presupuestos militares de Europa y sus capacidades militares a la baja están mermando su potencial de influencia global. Europa no puede garantizar su propia seguridad, y en opinión de Aznar, mucho menos garantizar la seguridad de otros.
 
También está profundamente preocupado por el "unilateralismo" europeo, una creciente inclinación (y obsesión francesa) de hacerlo todo solos, sin Estados Unidos. Aznar considera esta posición como contraproducente para los intereses europeos.
 
En el cálculo de Aznar, el "poder blando" europeo por sí sólo, ya no de la mano con el poder militar americano, no será suficiente para mantener y menos aun aumentar la influencia global de Europa.
 
Aznar tiene toda la razón en estas afirmaciones. Y afortunadamente el abismo intelectual entre las opiniones de EEUU y Europa parece estarse cerrando.
 
El que la brecha se esté cerrando no se debe a las seductoras iniciativas diplomáticas recientes por ambos lados, aunque ciertamente no han estado nada mal.  Lo que realmente está marcando la diferencia para recuperar el vínculo trasatlántico es una cantidad de acontecimientos mucho más dramáticos: La Revolución del cedro en el Líbano; las elecciones en Irak, Afganistán, Palestina y Arabia Saudí; las promesas sirias de retirada del Líbano y las negociaciones nucleares iraníes.
 
Los partidarios del "poder blando" están comenzando a caer en la cuenta que, después de todo, el "poder duro" no es algo anticuado. Hasta el periódico francés Le Figaro se ha preguntado la antes impensable pregunta sobre Irak: "¿Y si Bush tenía razón?".
 
Es razonable concluir que, al menos en parte, es gracias al "poder duro" de los americanos (y de la coalición) en Afganistán e Irak, que se han desatado los cambios alucinantes, positivos que partes del mundo árabe y musulmán están viviendo hoy.
 
Pero no nos equivoquemos: La habilidad de respaldar "poder blando" con una amenaza creíble de "poder duro" marca una gran diferencia en asuntos internacionales, especialmente cuando hay que tratar con naciones quisquillosas como Irán, Siria o Corea del Norte. Europa parece estarse olvidando de este importante canon de los asuntos internacionales.
 
Quizá sea igualmente importante que el éxito de los esfuerzos americanos en el mundo árabe y musulmán sea el que esté cambiando las opiniones europeas sobre el Presidente Bush y la sensatez de su estilo de política exterior americana "hacia adelante".
 
Una demostración de más aprecio por el estilo de la Casa Blanca sería no sólo tender puentes para cerrar la brecha transatlántica sino también que haya más consultas, coordinación y cooperación entre EEUU y Europa en una amplia serie de asuntos internacionales, de Birmania a Zimbabwe.
 
Y finalmente, quizá, los europeos vuelvan en sí para compartir el total entendimiento que Aznar ya tiene: Un Estados Unidos fuerte y una relación transatlántica sólida hará que la voz de Europa se escuche, no más bajo, sino más alto, en el escenario mundial.
 
 Peter Brookes ha sido Sub-asistente de la Secretería de Defensa de los Estados Unidos y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.
 
©2005 Peter Brookes
 
©2005  Traducido por Miryam Lindberg

 Libertad Digital agradece a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.

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