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Juan Carlos Girauta

¡Que aparten esa luz!

Se comprende que les haya sobresaltado Rajoy, a quien creían también sesteando, su discurso sin concesiones, la descripción del estado de la Nación bajo un foco despiadado, la luz ingrata que no perdona ni las arrugas de su viejo desistimiento intelectual

Los, digamos, analistas de la izquierda ex falangista, así como sus colegas del centro del mundo, se muestran conmocionados por la dureza de Rajoy, empeñado en llamarle traición a los muertos a la operación consistente en  traicionar a los muertos. En el mejor de los casos, es un problema de pereza. ¡Qué fastidio revisar los clichés y muletillas que tanto juego han dado! Ya se pusieron al día una vez para saltar, gráciles, del Movimiento a la Estabilidad (patrimonial), esfuerzo que valió la pena. Pero, ay, corren los años, muda el mundo, todo fluye, y el poder analítico se resiente tras tan largo trayecto profesional a base de piloto automático. Juntando un tópico con otro, cortando y pegando frases propias o ajenas en una degradada ars combinatoria (que ya la Calvo les contará lo que es), les salían unas crónicas y unas columnas muy correctas y no pasaba nada. Hoy su mundo ha desaparecido, y ellos venga a darle a la máquina de los churros. Se comprende que les haya sobresaltado Rajoy, a quien creían también sesteando, su discurso sin concesiones, la descripción del estado de la Nación bajo un foco despiadado, la luz ingrata que no perdona ni las arrugas de su viejo desistimiento intelectual.
 
¡Que aparten esa luz! Vale, pero cabe exigirles una mínima lógica. Reconocer que lo único que explica la temeridad presidencial de exponerse a oír lo que oyó, asumiendo la pública ruptura con el PP en la más sensible de las materias, es que el gobierno ya está negociando con ETA. De no ser así, el presidente no habría dejado crecer la sospecha. Y, sobre todo, no habría recurrido al relato de ERC, la fuerza que hoy establece las premisas que guían el razonamiento de la España perezosa y soñolienta.
 
Por si no bastara con el Alto Comisario trampa, con la estrategia de dividir a las víctimas, con la aquiescencia ante la nueva máscara electoral de ETA, con las seis negativas a convocar el Pacto Antiterrorista, con la infame foto de Patxi que tan cara les acabará saliendo, con sincronizar “paz” y reformas estatutarias, con aceptar los postulados de Ibarretxe mientras formalmente se rechazaba su plan, con desairar y ofender a su mejor militancia vasca... Por si no bastara con todo eso para entender lo que está pasando, se sube Puigcercós a la tribuna y le da a Zapatero la bienvenida al club.
 
La única diferencia entre los que regentan el club –los separatistas– y el nuevo miembro –el PSOE de Zapatero– es que los primeros no se avergüenzan de su programa de actividades. Nada malo ven en conjurarse contra el PP ni en pagar un precio político por la paz. Por cierto, ¿qué precio va a pagar ERC por la paz? ¿Están los socios del PSOE, partido con tantas víctimas en su memoria, en el lado de los que van a pagar o de los que van a cobrar? Un poquito de vergüenza le ha de dar todo esto a Zapatero. No pasa nada, le cubrirá el calamar gigante Rubalcaba, cuya tinta le salpica a él mismo cuando se pone nostálgico y recuerda el gobierno de los GAL. ¡Ah, tiempos impunes!

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