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Juan Carlos Girauta

Apunte del natural

la “operación charnego” presenta enormes dificultades en una sociedad como la catalana. La candidata ideal para sustituir a Maragall se llama Montserrat Tura. ¿Cuántas horas?

¿Cuántas horas faltan para que Maragall comprenda que no es el jefe de un partido independiente y que su gran plataforma civil y transversal no vale nada? ¿Cuántas para que mire a su partido de frente y vea una delegación regional del PSOE afilando cuchillos? ¿Cuántas para que se explique la razón por la que sus subordinados de la calle Nicaragua se permiten aleccionarlo en público, darle un cachete, peinarlo y devolverlo a Palacio cuando va a emprender una remodelación gubernamental que cae dentro de sus competencias? ¿Cuántas para saberse mera prolongación de una ristra de apellidos muuuy respetables y muuuy catalanes: Raventós, Obiols, Serra, Maragall? ¡Cava, pintura religiosa, vino, poesía…qué maravilla! ¿Cuántas horas faltan para que entienda don Pascual que su drama está servido, que ha sido la pantalla a una organización de masas castellanoparlantes que no comparte nada con él, que quienes siempre han mandado son los capitanes? ¿Cuántas para el tu quoque Montilla, tu quoque Iceta, tu quoque Manuela? ¿Cuántas horas para su dimisión?
 
Dicen que el PSC hará cualquier cosa para no perder el poder. Ya, pero el PSOE también. El PSC no es el partido de Pasqual Maragall, su hermano Ernest y su amigo independentista Rubert de Ventós, sino la extensión esencial de otra organización, que es enorme y que reacciona orgánicamente. Su principal amenaza a la hora de conservar el gobierno de España es el intento nacionalista de cambiar el sistema político de la Transición a través de un proyecto de reforma estatutaria, caballo de madera que ya ha entrado en Troya. La segunda amenaza para el futuro de los socialistas es el propio presidente accidental que armó el caballito.
 
El PSOE está llamado a gobernar España la mitad del porvenir, siempre que ese porvenir no se arroje por la ventana. Ni Bono, ni el resto de barones, ni ningún socialista que no dependa de sus privilegios a cortísimo plazo, puede apoyar el vaciado competencial del Estado, ni comprometer el futuro de todos sus sucesores, que habrán de vérselas en comisiones bilaterales con crecidos gobiernillos hasta para ir al lavabo.
 
Cuando Rodríguez salvó el desahuciado proyecto del tetrapartito, rompió todos los esquemas lógicos. ¿Y qué? Él se agarra a un clavo ardiendo, la esperanza de una pronta tregua etarra. También está su proverbial sectarismo: todo lo que aísle al PP le parece acertado. También está el pacto de Perpiñán, cuyos secretos podría haberle revelado el no menos sectario Carod. También está el puro y simple aventurerismo de un hombre sin bagaje que cree que en política hay que ser muy creativo y generar situaciones nuevas.
 
Por cierto, la “operación charnego” presenta enormes dificultades en una sociedad como la catalana. La candidata ideal para sustituir a Maragall se llama Montserrat Tura. ¿Cuántas horas?

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