Nadie discute la capacidad soberana del Gobierno español para tomar sus decisiones e incluso para cometer sus errores. El problema es que cuando se trata de vender sistemas de armas hay tecnologías que tienen ciertas restricciones para su transferencia a determinados países. Por tanto, la materialización del contrato recientemente firmado en Caracas bajo el auspicio del Ministro de Defensa, José Bono, depende ahora de que las autoridades norteamericanas competentes den el visto bueno a la venta de los equipos estadounidense que montan los aviones de EADS-CASA y, en menor escala, los buques de Navantia. Una autorización que hoy por hoy no parece muy probable.
Más allá de hacer ostentación de nuestra soberanía, la argumentación del Gobierno para justificar esta controvertida venta de armas se ha basado en tres ideas. La venta no contraviene la legalidad internacional, se trata de armas pacíficas y la operación es sumamente interesante para nuestra industria de defensa.
Es cierto que por el momento no existe un embargo de armas sobre el régimen de Chávez que haga ilegal la venta. Otra cosa es que desde una interpretación rigurosa del Código de Conducta europeo para la exportación de armas no quepa introducir algunos reparos políticos. En todo caso, que algo sea legal no significa ni que sea acertado ni que sea conveniente. Lo único que nos falta de este Gobierno es que terminara embarcado en una venta ilegal de armas.
Sobre el carácter pacífico de los aviones y los buques que España va a facilitar al líder bolivariano el GEES ya ha escrito mucho en estas mismas páginas. Efectivamente, se trata de plataformas a las que inicialmente no se va a dotar de armas particularmente ofensivas, pero nada impide que el Gobierno venezolano lo haga en un futuro. Por otro lado, la diferencia entre un arma ofensiva y una defensiva no es tan simple como el Gobierno lo pinta.
Lo que no es discutible es que esta operación terminará siendo un lastre para nuestra industria de defensa. Primero porque de Hugo Chávez debe uno fiarse lo justo y una cosa es firmar un papel y otra haber cobrado los sistemas. Ya tuvimos un fiasco de este tipo en el gobierno de Felipe González con la venta de armas a Egipto. Pero sobre todo, la firme oposición de Washington a esta operación puede terminar siendo mucho más lesiva para los intereses industriales españoles que el beneficio de la venta en sí. EADS tiene en estos momentos al menos tres contratos muy importantes dilucidándose en Estados Unidos. La venta de aviones de patrulla marítima para la Guardia Costera, una operación para dotar de aviones de transporte al Ejército de Tierra y, aún mucho más trascendente, la venta de aviones nodriza Airbus para el Ejército del Aire norteamericano. Habrá que esperar a ver hasta que punto Washington toma represalias por nuestra contribución a armar la revolución bolivariana, pero lo que es seguro es que en nada ayuda a nuestras empresas un nuevo enfrentamiento político con la Administración Bush.

