Viajes sospechosos
Sin darse cuenta, tuvo una frase significativa: "¿Cómo vamos a poder nosotros desarmar a Hezbolá, si Israel no lo ha logrado?". Por lo tanto, la solución más valiente es dejar que Hezbolá se coma tranquilamente el Líbano.
El ministro de Interior, Nicolás Sarkozy, viaja a Estados Unidos para participar en el homenaje a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y no le dice a los yanquis que se lo han merecido; al revés, es más bien amable. Inmediatamente, el Partido Socialista le insulta, le trata de perrito faldero de Bush, de enano sangriento de Neuilly y de súbdito de la noche. El presidente Chirac va a la ONU para defender al presidente iraní, ese gran humanista, y de paso apoyar al gobierno libanés y a su firme resolución de no desarmar el Hezbolá, cada vez más descaradamente el amo del Líbano. La izquierda, la derecha, el centro y la periferia, le aplaude rotundamente: Francia ha parado los pies al Gran Satán, ha salvado la paz, ha dado el visto bueno a la continuación de la fabricación de armas nucleares en Irán, ha salvado el Hezbolá del desarme y ha evitado así los atentados en su país (si Alá quiere).
Ayer, el fantasmal ministro de Exteriores, Douste-Blazy, que hace dos meses declaraba que Irán ya tenía construidas armas nucleares, negó por televisión haberlo dicho y defendió la gran política pacífica y negociadora de su gobierno en todos los frentes. Frentes que son más bien deserciones. Sin darse cuenta, tuvo una frase significativa: "¿Cómo vamos a poder nosotros desarmar a Hezbolá, si Israel no lo ha logrado?". Por lo tanto, la solución más valiente es dejar que Hezbolá se coma tranquilamente el Líbano por orden de Irán y de Siria, que tuvo que irse del Líbano por la puerta y ahora vuelve por la ventana del terrorismo.
Me llama la atención hasta qué punto estos y muchos otros problemas candentes de la actualidad internacional están ausentes de la precampaña presidencial. Aparte de los habituales insultos a Bush, nada. Sólo se discuten problemas de personas. Padecemos una notable inflación de candidatos. Ni siquiera de Europa discuten, porque después de la victoria del "no" se ha convertido en tema tabú. El vals de los candidatos se ha hecho rumba, frenética y navajera. La extrema izquierda, abiertamente antidemocrática (antiliberal) no logra encontrar un candidato único; ni siquiera el estafador José Bové puede afirmarse en ese puesto. En el Partido Socialista se han soltado los doberman: Fabius acusa a Hollande de hacer favores a su compañera Segolène Royal, Strauss-Kahn exige de Jospin que no se presente. Somos demasiados y parió la abuela. Emmanuelli, para complicarlo todo, quiere que sea Hollande el único candidato, mientras otros siguen aullando: ¡Segolène über alles!
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