Del listado de quejas que ha presentado el PP por incumplimientos de los socialistas de su propio "Código de Buen Gobierno", quizá la única injustificada sea la que achacan a Carmen Calvo. Cierto es que resulta tremendamente hipócrita lucir un bolso de imitación cuando se ha abanderado la "lucha contra la piratería", pero al menos es una involuntaria confesión de que no gasta los fondos públicos en su fondo de armario ni acepta regalos de los diseñadores.
Ciertamente, ese no es un piropo que se pueda echar a otros compañeros de gabinete. El aprecio por los helicópteros de los miembros de este Gobierno empieza a resultar no sólo derrochador, sino incluso de mal gusto. Desde que Magdalena Álvarez usó uno para dar una conferencia en un curso de verano, hasta la irrupción de Joan Clos en El Bulli, pasando por el transporte del urbason de Trujillo, pareciera que uno no es ministro si no viaja en helicóptero. O en avión oficial, como hizo el presidente y su familia para irse de compras y de conciertos.
El problema no es quizá tanto el derroche como la hipocresía, la de aprobar un Código de Buen Gobierno para hacerse la foto y provocar las alabanzas de los medios del régimen mientras se incumple continua y constantemente. Los gobiernos elefantiásicos que caracterizan a los países "de nuestro entorno" siempre derrocharán grandes cantidades de nuestro dinero público –ese que no es de nadie, Calvo dixit– de forma completamente arbitraria y sin ninguna justificación. Pero, al menos, podrían no intentar convencernos de lo buenos que son mientras lo hacen.
